Un viaje alucinante al fondo de la mente (1980)

“Un viaje alucinante al fondo de la mente” (1973) de Alejandro Jodorowsky no es una película para espectadores casuales. Es una experiencia visceral, perturbadora y, a la vez, profundamente filosófica que desafía las convenciones narrativas y nos obliga a contemplar las fronteras de la percepción y la realidad. Jodorowsky, con su habitual audacia, nos sumerge en la mente descontrolada del Dr. Eddie Jessup, interpretado magistralmente por William Hurt. La película no ofrece explicaciones fáciles ni una historia lineal; en cambio, se presenta como un flujo ininterrumpido de imágenes, simbolismos y sensaciones que se asemejan más a un sueño lúcido que a un relato tradicional.

La dirección de Jodorowsky es absolutamente hipnótica. La película se estructura en largas tomas, con cambios abruptos de ritmo y color que reflejan la fragmentación de la mente de Jessup. El uso de la cámara, a menudo encuadrada en espacios reducidos y claustrofóbicos, intensifica la sensación de aislamiento y desorientación. Las transiciones entre escenas, a veces sin ninguna transición visible, contribuyen a la ambigüedad general de la película, obligando al espectador a interpretar lo que está sucediendo y a cuestionar la propia percepción. Jodorowsky no busca el placer visual, sino el impacto emocional y conceptual.

William Hurt ofrece una actuación extraordinaria. Su transformación física y emocional es asombrosa, transmitiendo con gran sutura la creciente desesperación y, a la vez, la fascinación de Jessup por sus propios viajes mentales. No se limita a actuar; se convierte en el personaje, explorando cada rincón de su mente y exponiendo la vulnerabilidad del individuo ante los límites de la razón. La mirada de Hurt es el centro de la película, un espejo que refleja la confusión, la esperanza y la locura del Dr. Jessup.

El guion, meticulosamente construido, es uno de los puntos fuertes de la película. Jodorowsky toma elementos del psicoanálisis, la alquimia y la filosofía oriental, fusionándolos en una narrativa que es tanto personal como universal. La película explora la idea de que la locura no es simplemente la ausencia de cordura, sino un estado de conciencia superior, una forma de acceso a verdades ocultas. El simbolismo es omnipresente: la iluminación, la oscuridad, el agua, el fuego, todos adquieren significados múltiples y poderosos, invitando a la reflexión sobre la naturaleza de la realidad y la búsqueda de la trascendencia. La película desafía al espectador a cuestionar sus propias ideas preconcebidas sobre la cordura y la locura.

“Un viaje alucinante al fondo de la mente” no es una película fácil de digerir. Requiere una mente abierta y una disposición a suspender la incredulidad. Es una experiencia inquietante y provocadora que, a pesar de su ambigüedad, deja una huella imborrable en la memoria y en la conciencia. Es una obra maestra del cine surrealista, un testamento a la audacia y la visión singular de Alejandro Jodorowsky.

Nota: 8/10