Una canción para Marion (2012)

“Song For Marion” es una película conmovedora y, a pesar de su temática delicada, sorprendentemente llena de matices y con un enfoque que desafía las convenciones del cine dramático sobre enfermedades y vejez. La película, dirigida por Bobby Peers, logra evocar una profunda sensación de melancolía y de la fragilidad de la condición humana, sin caer en el sentimentalismo fácil. La película se centra en Marion (Paul Mescal), una mujer con cáncer de mama, que busca un escape a través de la membresía de un grupo de señores jubilados que se reúnen para cantar. Esta búsqueda de consuelo no es solo un mecanismo de afrontamiento, sino también el catalizador de una compleja relación familiar que se revela a lo largo del proceso.

La dirección de Peers es notablemente contenida pero efectiva. No se regodea en la tragedia ni en la desesperación, sino que se centra en los pequeños momentos de conexión y en la lenta construcción de la relación entre Marion y el grupo. El ritmo de la película es deliberadamente pausado, permitiendo que el espectador se sumerja en la atmósfera y se sienta presente en la vida de los personajes. La paleta de colores es apagada, reforzando la sensación de decaída, pero también de belleza sutil en la rutina y las pequeñas alegrías de la vida cotidiana.

La actuación de Paul Mescal es, sin duda, el corazón de la película. Demuestra una increíble sutileza al retratar la lucha interna de Marion, sus temores, su humor agrio y su creciente vulnerabilidad. No se trata de un “héroe” del melodrama, sino de un hombre atrapado en un papel que no le queda bien, buscando desesperadamente un lugar donde sentirse aceptado. Su química con la actriz que interpreta a su padre, Fiona Shaw, es palpable y llena de tensión, revelando la complejidad de una relación marcada por el resentimiento y la falta de comunicación. Shaw ofrece una interpretación igualmente convincente, mostrando la frustración y el amor incondicional de un padre sobreprotector, incapaz de entender las necesidades de su esposa.

Si bien el guion es, en general, bien estructurado y captura de forma precisa las emociones de los personajes, podría haber beneficiado de un desarrollo más profundo de algunos de los secundarios. El hijo de Marion, interpretado por Jamie Dornan, a pesar de su presencia, se siente algo plano y su motivación no está suficientemente explícita. La película, sin embargo, logra transmitir de manera efectiva el peso del silencio y la incomunicación que corroe las relaciones familiares. La banda sonora, con canciones populares de los años 60, sirve como un hilo conductor que conecta con la nostalgia y la memoria, intensificando el impacto emocional de la película.

En definitiva, “Song For Marion” es una obra pequeña pero profundamente resonante. Es una película que no ofrece soluciones fáciles ni finales grandiosos, sino que se centra en la belleza de las imperfecciones, en la importancia de encontrar consuelo en los lugares más inesperados y en el poder de la conexión humana. Es un recordatorio sutil de que, a veces, el amor y el perdón son las melodías más importantes de nuestra vida.

Nota: 8/10