“Una cuestión de tiempo” es una película que, a primera vista, podría pasar desapercibida. Sin embargo, bajo su modesto exterior se esconde una historia reflexiva sobre el amor, el destino y las consecuencias imprevistas de jugar con el tiempo. La dirección de Matthew Le May es precisa y estable, logrando crear una atmósfera de misterio sutil que se va intensificando a medida que avanza la trama. El ritmo, aunque pausado, es efectivo para desarrollar el personaje de Tim Lake y su particular habilidad, evitando caer en la voladura temporal que tantas películas de este género suelen recurrir. Le May se enfoca en el impacto psicológico de la situación, en la inquietud y el desasosiego que siente el protagonista cuando se da cuenta de que su poder no es una solución mágica a todos sus problemas.
La película se centra en la vida de Tim, interpretado con notable matiz por Harris Dickinson. Dickinson ofrece una actuación honesta y convincente, transmitiendo la vulnerabilidad y la confusión de un joven que se encuentra en una situación increíblemente compleja. Su Tim no es un héroe, sino un chico normal que, accidentalmente, se ha dotado de una capacidad que lo obliga a enfrentarse a dilemas morales y a cuestionar la validez de sus propias acciones. La relación con Mary, interpretada por Jenna Coleman, es el corazón de la historia y se presenta con naturalidad y profundidad, evitando los clichés románticos habituales. La química entre Dickinson y Coleman es palpable, lo que contribuye a que el público se involucre en su historia. Coleman ofrece una interpretación sólida, mostrando la evolución de su personaje a medida que comprende las implicaciones del poder de Tim.
El guion, adaptado de la novela homónima de Audrey Niffenegger, es inteligente y se aparta, en cierta medida, de la narrativa lineal. La película no se limita a mostrar los viajes en el tiempo como un espectáculo visual, sino que explora las consecuencias emocionales y psicológicas que estos tienen en el protagonista y en su relación con Mary. El guion aborda temas como la inevitabilidad del destino, la importancia de aceptar las imperfecciones de la vida y la fragilidad de las relaciones humanas. Sin embargo, la película podría haber profundizado aún más en el aspecto científico del viaje en el tiempo, presentando explicaciones más claras y coherentes. En ocasiones, la mecánica de los viajes en el tiempo se siente un poco vaga, lo que puede generar cierta confusión en el espectador. No obstante, la fuerza de la historia reside en su exploración de temas universales, más que en la complejidad científica.
En definitiva, “Una cuestión de tiempo” es una película bien construida, con una sólida dirección, actuaciones convincentes y un guion reflexivo. A pesar de algunos pequeños detalles técnicos que podrían mejorarse, la película logra transmitir un mensaje poderoso sobre la importancia de vivir el presente y de aceptar las consecuencias de nuestras decisiones. Es una propuesta interesante para los amantes del cine independiente y para aquellos que buscan historias que inviten a la reflexión. Una producción que, si bien no revolucionará el género, merece la pena ser vista por su originalidad y su honestidad.
Nota: 7/10