“Una mujer de París” es una película que te atrapa desde sus primeros fotogramas por su atmósfera opresiva y su mirada, a menudo crítica, hacia las convenciones sociales de principios del siglo XX. La película, dirigida con maestría por Jean Renoir, no se conforma con ser un simple melodrama romántico, sino que se propone, de manera efectiva, examinar la fragilidad de la moralidad y la crueldad inherente a la hipocresía burguesa. La historia se centra en Marie St. Clair, interpretada con una conmovedora vulnerabilidad por Irene Papinou, una joven de un pueblo rural cuya vida se ve irrevocablemente alterada por su amor por un artista bohemio, el misterioso y, aunque no de la forma esperada, también problemático, Armand St. Clair, magistralmente interpretado por Jean Renoir en un papel que parece forjado a su medida.
La película destaca por su dirección artística, donde la fotografía en blanco y negro contribuye enormemente a la sensación de incomodidad y pudor que impregna la trama. Los espacios, desde la humilde casa rural de Marie hasta el lujoso apartamento parisino, están representados con una atención al detalle que evoca la época y, a la vez, refleja el interioridad de los personajes. Renoir no rehúye de la oscuridad, utilizando sombras y contrastes para subrayar los secretos, los sentimientos reprimidos y la doble moral que rigen la vida de los personajes. El ritmo de la película es deliberadamente lento, permitiendo al espectador sumergirse en la psicología de Marie y en la lentitud con la que la sociedad parisina juzga cualquier desviación de lo que se considera "normal".
La actuación de Papinou es fundamental. Su Marie es una figura de pura inocencia, una joven que se enfrenta a un mundo que no comprende y que, al final, la consume. Su evolución, desde la ingenuidad del pueblo hasta la desolación de París, es palpable y conmovedora. Renoir, como siempre, demuestra su habilidad para extraer la máxima expresividad de sus actores. La dualidad de Armand St. Clair, interpretada por el propio Renoir, es particularmente intrigante. Un hombre que parece desprendido de las convenciones, pero que, en el fondo, esconde un secreto que lo consume. La relación entre ambos es ambigua, un torbellino de pasión y frustración.
El guion, aunque posee un lirismo considerable, no es exento de algunos momentos un tanto artificiales y melodramáticos. Sin embargo, la fuerza del tema central - la hipocresía social y las consecuencias de la vergüenza - y la brillantez de la dirección y las actuaciones logran compensar estas pequeñas imperfecciones. La película, en definitiva, es un retrato mordaz de una época y una reflexión sobre la complejidad de la naturaleza humana. "Una mujer de París" es un clásico que continúa generando debate y que merece ser apreciado por su valor artístico y su mensaje universal.
Nota: 8/10