Una mujer descasada (1978)

“Una mujer descasada” (Working Girl) no es simplemente una comedia romántica de los años 80; es una oda a la resiliencia, la ambición y la persistencia femenina en un mundo que, incluso hoy en día, a menudo se resiste a estas cualidades. La película, dirigida con una elegante eficiencia por Mike Nichols, logra equilibrar a la perfección la comedia y el drama, ofreciendo una experiencia cinematográfica que trasciende su época de producción. La historia de Evelyn Neal (Melanie Griffith), una mujer de la alta sociedad neoyorquina que, tras el infiel abandono de su marido, decide reinventarse y ascender en el mundo laboral, es fundamentalmente inspiradora, y Nichols la dirige con un control absoluto, sabiendo cuándo la comedia debe ser ágil y cuando el drama debe apretar el corazón.

Melanie Griffith, en uno de sus papeles más icónicos, ofrece una interpretación magistral de Evelyn. Su evolución a lo largo de la película es palpable, desde la desorientación y la frustración inicial hasta la determinación y la confianza que se gana al enfrentarse a los desafíos del mundo corporativo. Griffith no se limita a interpretar una "mujer descasada"; nos muestra a una mujer que ha perdido su identidad al estar completamente ligada a un matrimonio infeliz y que busca redescubrirse a través del trabajo. Su actuación transmite con autenticidad la vulnerabilidad y la fuerza necesarias para superar las adversidades. A su lado, Nathan Stevens (Richard Gere) es un personaje inesperado, pero bien construido. Gere aporta un toque de ternura y un contrapunto intelectual a la actitud decidida y a veces impaciente de Evelyn. La química entre ambos actores es sutil pero efectiva, y su relación se desarrolla de forma creíble, añadiendo una capa de complejidad a la trama.

El guion, adaptado de la obra teatral de Nora Ephron, es brillante. Se evita caer en clichés y estereotipos, ofreciendo un retrato realista de la cultura laboral de la época. Las escenas en la oficina de Franklin Toye & Company son especialmente memorables, llenas de diálogos ingeniosos y situaciones cómicas que, a la vez, revelan la competitividad y la dinámica de poder dentro de la empresa. Se presta atención a los detalles, desde la vestimenta de los personajes hasta la ambientación, creando una atmósfera visualmente atractiva que transporta al espectador a la Nueva York de finales de los 80. La película no solo narra el ascenso profesional de Evelyn, sino que también explora temas como la ambición, la independencia y la importancia de la autoaceptación. La escena final, en la que Evelyn se reúne con su exmarido, es particularmente impactante, mostrando el triunfo de su decisión y la consolidación de su nueva identidad.

En definitiva, “Una mujer descasada” es una película clásica que sigue siendo relevante gracias a su mensaje universal y a su ejecución impecable. Es una joya del cine de los 80 que merece ser vista y revisitada. La película, con su dirección precisa, sus excelentes actuaciones y su guion inteligente, es una reivindicación del talento femenino y una celebración de la capacidad humana para superar los obstáculos y perseguir nuestros sueños.

Nota: 8.5/10