Una parisina (1957)

“Una Parisina” (1967) de Luis Buñuel es, sin duda, una de las películas más provocadoras y desconcertantes del director español. La trama, basada en la historia real de la duquesa de Alvorada, no es precisamente un cuento de hadas, y Buñuel se deleita en mostrar la insidiosa corrupción del poder, la superficialidad de la aristocracia y la manipulación de las pasiones con una maestría absoluta. La película es una crítica mordaz a las convenciones sociales, a la hipocresía y a la búsqueda desesperada de la aprobación y el estatus. Es una obra que te hace reflexionar mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

La dirección de Buñuel es, como siempre, impecable. La película está llena de detalles visuales que, una vez que los desentrañas, revelan una complejidad y una ironía sutiles. Desde los opulentos escenarios que contrastan con la crudeza de la historia, hasta el uso magistral del color (particularmente el amarillo, que evoca una sensación de enfermedad y decadencia), Buñuel crea una atmósfera opresiva que refleja el estado anímico de los personajes. La película se siente casi como un sueño inquietante, una pesadilla de la alta sociedad donde los rituales de cortejo son macabros y las emociones, distorsionadas.

La actuación de Simone Signoret como Brigitte es absolutamente soberbia. Signoret no solo encarna la ambición y la vanidad de la protagonista, sino que también transmite con una gran sutileza su frustración y su desesperación. Su Brigitte no es una villana caricaturesca, sino una mujer atrapada en un sistema que la obliga a convertirse en objeto de deseo. La química entre Signoret y Luis Valli, quien interpreta al jefe de gabinete, es notable. Valli, con su elegancia natural y su expresión de melancolía, logra transmitir la indiferencia, casi la resignación, del hombre que se ve arrastrado por la pasión de Brigitte. Aunque la película no se centra excesivamente en la motivación del hombre, la dinámica entre ambos es el núcleo de la historia.

El guion, adaptado de un artículo de prensa, es deliberadamente crudo y perturbador. Buñuel no edulcora la historia, ni intenta suavizar los bordes. La película se centra en la manipulación, en la falsedad y en las consecuencias destructivas de una búsqueda de poder y afecto vacía. La película no ofrece soluciones ni juicios morales. Simplemente presenta un escenario donde la ambición, la envidia y la falta de autenticidad conducen inevitablemente al desastre. La ambigüedad moral es una característica definitoria de la película. Se permite que el espectador decida si Brigitte es una víctima o una perpetradora. La película no intenta simplificar las cosas; se limita a mostrar la realidad, por desagradable que sea.

La película, sin duda, es controvertida, y su belleza reside precisamente en su capacidad para provocar una reacción visceral. No es una película para todos los públicos, pero para aquellos que estén dispuestos a enfrentarse a sus propias creencias y prejuicios, “Una Parisina” es una experiencia cinematográfica inolvidable. Es una obra maestra del cine surrealista y una reflexión atemporal sobre la naturaleza humana.

Nota: 8.5/10