Una razón brillante (2017)

“Una Razón Brillante” (originalmente “Un Juste Mot”) de Jacques Audiard no es una película fácil de digerir, ni una que te ofrezca consuelos emocionales instantáneos. Es, en cambio, una experiencia cinematográfica profunda y deliberadamente incómoda que te obliga a confrontar tus propios prejuicios y, quizás más importante, los de la sociedad. La película se centra en Neïla, una joven de origen inmigrante en París, que se enfrenta a una serie de obstáculos que se ven exacerbados por su origen y por la descarada arrogancia de su profesor de derecho, Pierre Mazard. Audiard logra, desde el primer momento, establecer una atmósfera de tensión palpable, una sensación constante de que algo está a punto de estallar. La película no se basa en dramas sentimentales, sino en una confrontación sorda y persistente entre dos individuos que representan, de forma muy efectiva, perspectivas radicalmente diferentes.

La dirección de Audiard es, como siempre, precisa y controlada. Evita cualquier artificio visual innecesario, confíándose en la fuerza de los diálogos y en la interpretación de sus actores. La película se desarrolla principalmente en espacios claustrofóbicos y sombríos, lo que contribuye al sentido de opresión y desesperanza que impregna la narrativa. El uso del color es particularmente interesante: predominan los tonos grises y azules, que reflejan la falta de esperanza y la desilusión de los personajes. Sin embargo, en ciertos momentos, se introduce un destello de color, un breve instante de belleza que contrasta con la realidad brutal que se presenta.

Las actuaciones son, en su mayoría, sobresalientes. Najma Bouzakrout como Neïla entrega una interpretación honesta y conmovedora, capturando la frustración y la determinación de una joven que lucha por su lugar en un mundo que le parece constantemente hostil. Karim Lasanu, como Pierre Mazard, ofrece una actuación de gran matiz, representando al profesor no como un simple antagonista, sino como un hombre herido y cínico, que ha perdido la fe en el sistema. Su rechazo hacia Neïla no es puramente personal, sino que refleja su desilusión con la educación y con la sociedad en general. Es un personaje complejo, contradictorio y, en última instancia, entrañable.

El guion, adaptado de la obra de teatro homónima, se centra en la dinámica entre Neïla y Pierre, pero también ofrece un retrato crudo y realista de la Francia contemporánea, marcada por la inmigración, la desigualdad y la discriminación. La película explora temas como el racismo, el privilegio, la educación y la justicia, sin ofrecer soluciones fáciles ni juicios morales. Más bien, nos invita a reflexionar sobre los prejuicios que todos llevamos dentro y sobre la importancia de la empatía y el diálogo. La tensión entre los personajes no reside en un conflicto explícito, sino en una serie de miradas, gestos y palabras que transmiten un profundo descontento. Es una película que te deja pensando mucho después de que los créditos finales hayan rodado.

Nota: 8/10