Una rubia muy dudosa (1991)

“Una rubia muy dudosa” es una comedia fantástica que, a pesar de sus defectos evidentes, ofrece una experiencia cinematográfica singular y, en cierto modo, inesperadamente conmovedora. La premisa, sacada directamente de una novela de Phyllis Roth, es tan absurda y provocadora que, si bien podría resultar pretenciosa, en manos de los responsables, se transforma en una sátira mordaz sobre las expectativas de género, el poder y la autoimagen, todo ello envuelto en un melodrama de comedia con toques de terror.

La dirección de Stephen Frears es, como de costumbre, precisa y elegante. Se centra en la protagonista, Goldie Hawn, interpretada con una naturalidad sorprendente y una vulnerabilidad contagiosa. Hawn no se limita a interpretar un papel de "mujer transformada"; explora la desesperación, la confusión y la frustración de una persona atrapada en un cuerpo ajeno, que lucha por entender cómo se siente y cómo interactuar con el mundo. Su actuación no busca la comedia física, sino que se centra en la expresividad facial y la sutileza en la comunicación no verbal, elementos que, en mi opinión, son los más efectivos de la película. La dirección también logra construir una atmósfera de suspense latente, con momentos de tensión genuina que contrastan con la comedia, lo que mantiene al espectador enganchado.

El guion, adaptado de la novela, es donde la película realmente brilla – o, más bien, donde su mayor debilidad se hace más evidente. Si bien la idea central es innovadora, el ritmo es desigual y la estructura, a veces, se siente forzada. Algunas de las situaciones cómicas se sienten un poco artificiales, y el desarrollo de algunos personajes secundarios es superficial. Sin embargo, el guion también explora temas complejos como la objetificación de las mujeres, la inseguridad masculina y la presión social sobre la apariencia. La película no se toma a sí misma demasiado en serio y, a pesar del tono humorístico, plantea preguntas importantes sobre la identidad, el deseo y el papel de género. El guion, en su parte más brillante, logra lograr una crítica social sutil pero contundente.

Las actuaciones de apoyo, encabezadas por Peter Cook y Alan Arkin, son igualmente sólidas. Cook, en su papel de un hombre consumido por la envidia y la obsesión, entrega una actuación interpretativa que resulta inquietante y, en cierto modo, trágica. Arkin, por su parte, aporta un contrapunto cómico a la seriedad del drama, logrando transmitir tanto la frustración como la desesperación de un hombre que se ve incapaz de controlar su destino. La química entre los tres actores es palpable, y las interacciones entre ellos son el corazón de la película.

En definitiva, “Una rubia muy dudosa” es una película imperfecta pero memorable. Si bien su guion puede resultar algo forzado en algunos momentos, la dirección, las actuaciones y la premisa original se combinan para crear una experiencia cinematográfica única y provocadora. Es una comedia que te hará reír, pensar y, quizás, cuestionar tus propias percepciones sobre la belleza, el deseo y el papel de género.

Nota: 7/10