“Una vida mejor” es, ante todo, una película profundamente humana y conmovedora. Dirigida con sensibilidad por Alonso Ruizpalacios, la película se instala, sin concesiones, en la dura realidad de la inmigración mexicana en Los Ángeles, desmitificando la idea de la “california dreamin’” con una crudeza y honestidad que te golpean de lleno. La película no pretende ofrecer una visión simplista o sentimental de la experiencia de estos trabajadores, sino explorar la lucha diaria por la supervivencia, la dignidad y el amor paternal.
Demián Bichir ofrece una actuación magnífica, dotando a Carlos de una presencia imponente y una vulnerabilidad palpable. Su Carlos es un hombre silencioso, absorbido por el trabajo y el deseo de proteger a su hijo. Bichir no recurre a grandilocuencias; su interpretación se basa en la sutileza, en la expresión sutil de sus ojos y en la forma en que se mueve, transmitiendo una profunda tristeza y una resignación que te cala en los huesos. José Julián, como Luis, es igualmente brillante. Su actuación captura la confusión y el anhelo de un joven que no entiende la situación de su padre y que, a pesar de las limitaciones, busca una vida mejor. La relación entre ambos es el corazón de la película y se siente auténtica, marcada por el amor, el respeto y una incomprensión que resulta dolorosa.
La dirección de Alonso Ruizpalacios es precisa y elegante. Evita los clichés del melodrama, optando por un lenguaje visual que se centra en la cotidianidad y en los pequeños detalles. La película se construye lentamente, mostrando el paso del tiempo a través de la rutina laboral de Carlos, sus interacciones con sus compañeros de trabajo y sus encuentros con la policía. Hay una belleza melancólica en la forma en que Ruizpalacios explora la marginalidad, sin caer en la voyeurismo. Se crea una atmósfera densa, que refleja la precariedad y la incertidumbre que sienten los personajes. La fotografía de Nicolás Salazar es fundamental para crear este ambiente, con una paleta de colores apagados y un uso inteligente de la luz y la sombra.
El guion, coescrito por Ruizpalacios y Diego Luna, es, quizás, el punto más fuerte de la película. Evita los clichés de la inmigración, no idealizando la vida en Los Ángeles ni demonizando a los agentes del orden. La película se centra en la lucha interna de Carlos por mantener la esperanza y proteger a su hijo, sin caer en la desesperación. El ritmo pausado, aunque podría considerarse lento para algunos, permite al espectador conectar emocionalmente con los personajes y reflexionar sobre las consecuencias de las decisiones que toman. La película plantea preguntas sobre la identidad, la inmigración, la justicia social y el derecho a una vida digna, pero sin ofrecer respuestas fáciles. Se deja al espectador con una sensación de inquietud y la necesidad de seguir pensando en las vidas de aquellos que luchan cada día para superar las dificultades.
Nota: 8/10