Una vieja amante (2007)

“Una Vieille Amante” (Una Vieja Amante), dirigida con una elegancia casi glacial por Jean-Pierre Melville, no es una película que te divierta de manera convencional. Es un estudio de personajes, una disección psicológica que se desarrolla lentamente y con una precisión brutal en el París de 1835. Melville, conocido por su maestría en el cine negro y de espías, aquí despliega un drama social y erótico que exige paciencia y atención por parte del espectador.

La película se centra en la Marquesa de Flers, interpretada de forma impecable por Anne-Marie Dargaud. Ella no es una matriarca severa, sino una mujer atrapada en las convenciones de su época, con una fina comprensión del juego de poder que la rodea. Dargaud, con su mirada penetrante y su control absoluto de la expresión, transmite una mezcla de resignación y astucia. Su papel no se limita a la mera autoridad familiar; es una arquitecta de las relaciones, tanto románticas como políticas, que se desarrollan en su entorno.

La trama, que gira en torno al matrimonio arreglado de su hija, Camille (una revelación en su debut cinematográfico), con Ryno de Marigny, se convierte en el escenario para el encuentro entre la Marquesa y este último. Ryno, interpretado con una sensualidad contenida por Gian Maria Volonté, se revela no ser el caballero romántico que aparenta ser. Su pasado, vinculado a una mujer de clase social inferior y a un turbulento mundo de intriga y pecado, lo convierte en un personaje ambiguo, casi irremediablemente condenado a la perpetuación de sus excesos. Volonté no se limita a la seducción; su mirada transmite la melancolía de un hombre que vive a la sombra de sus propios errores.

El guion, adaptado de la novela de Choderlos de Laclos, es la verdadera joya de la película. Melville evita melodramatismos, optando por un diálogo preciso y una narrativa que se centra en la sutileza y la insinuación. La tensión no se crea mediante la acción directa, sino a través de miradas, gestos y la conversación velada. La música, aunque discreta, contribuye a la atmósfera de opulencia decadente que impregna la película. La dirección de Melville, caracterizada por sus planos largos y su cuidadosa composición, nos sumerge por completo en la atmósfera de París del siglo XIX, un mundo de apariencias y doblez.

Lo que hace que "Una Vieja Amante" sea tan memorable es la manera en que explora la naturaleza del poder, el amor y la infidelidad. No es una película sobre romance, sino sobre las consecuencias de la desobediencia y la imposibilidad de escapar de las propias pasiones. Es una obra maestra del cine clásico francés, un estudio psicológico de personajes complejos y bien interpretados, y una advertencia sobre los peligros de la ambición y la falta de escrúpulos. Se trata de un cine que te hace pensar, que te obliga a prestar atención a cada detalle, y que te deja con una sensación de inquietud persistente.

Nota: 8.5/10