“Una vida tranquila” (Una Vita Tranquilla) no es una película que te sorprenda con giros argumentales vertiginosos ni efectos especiales ostentosos. Es, en cambio, una obra maestra del suspense psicológico que se construye a base de atmósferas densas, personajes complejos y la lenta, inexorable erosión de una vida aparentemente normal. Dirigida con maestría por Nikolaus Feuerberg, la película se centra en Rosario Russo, una mujer de origen italiano que ha logrado una existencia aparentemente idílica en Alemania, lejos de su pasado. Su meticulosidad para integrarse en su nuevo entorno –hablando alemán con fluidez, operando un restaurante y hotel exitosos– crea una fascinante tensión inicial, una sensación de que algo no encaja en su vida cuidadosamente construida.
La dirección de Feuerberg es notablemente sutil pero efectiva. La película se basa en gran medida en la fotografía y el diseño de producción para transmitir la opresión emocional de Rosario. La paleta de colores, mayoritariamente grises y ocres, refleja el estado de ánimo de la protagonista y su aislamiento. La cámara a menudo se mantiene a distancia, observando a Rosario desde el exterior, enfatizando su incomunicación y la distancia emocional que la separa de los demás. Este enfoque amplifica el impacto de los momentos de vulnerabilidad, cuando vemos a Rosario luchando contra sus propios demonios internos.
El núcleo de la película reside en la interpretación de Barbara Kaufmann como Rosario. Kaufmann ofrece una actuación sutil y magistral, logrando comunicar la tristeza, la culpa y el miedo que se esconden tras una fachada de calma y control. No recurre a grandilocuencias o expresiones exageradas; su performance radica en la precisión de sus gestos, la intensidad de su mirada y la delicadeza con la que expone los matices de su personaje. La presencia de Diego, el hijo perdido, actúa como un catalizador para desencadenar el pasado, obligando a Rosario a confrontar traumas enterrados. La relación entre madre e hijo, tensa y llena de ambigüedad, es el corazón palpitante de la película.
El guion, escrito por el mismo Feuerberg, es un ejercicio de paciencia y atmósfera. No hay flashbacks abundantes; en su lugar, la película construye el pasado de Rosario a través de recuerdos fragmentados, conversaciones tensas y miradas significativas. La historia se desarrolla lentamente, permitiendo que el espectador se sumerja en la psicología de Rosario y comprenda la complejidad de sus decisiones. La película aborda temas como la identidad, el exilio, la culpa y el impacto del pasado en el presente, pero lo hace con una honestidad y una sensibilidad excepcionales. La ambigüedad moral que impregna la narrativa invita a la reflexión y a la discusión post-película. Es una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales hayan pasado.
Nota: 8.5/10