“Underworld: Guerras de Sangre” no es la resurrección gloriosa que muchos fans esperaban, pero sí una entrega que se atreve a abrazar la oscuridad y la complejidad que siempre han caracterizado esta saga. La película, dirigida por Michael Federman, se adentra en un territorio narrativo que, en parte, se siente agotado, sin embargo, logra mantener un nivel de tensión y un interés visual dignos de mención, aunque con algunos tropiezos argumentales.
La trama, centrada en la creciente tensión entre los Lycans y los vampiros, se siente a veces como una mera excusa para despliegue de acción y espectáculo. La idea de una guerra inminente, alimentada por la traición de un antiguo aliado vampiro, David, y la manipulación de Thomas, el padre de David, crea una dinámica de conflicto que, a pesar de sus potenciales dinámicas, se siente un poco superficial. El guion, a cargo de Rodney Bolton, recurre a demasiados clichés de la saga: la traición, el sacrificio heroico, la confrontación inevitable. Si bien la película intenta profundizar en la psicología de Selene, interpretada por Lena Headey, las motivaciones de los personajes, incluso de la propia Selene, no siempre están claras ni convincentes. Se siente la necesidad de reforzar las arcos de personajes que ya se habían explorado en entregas anteriores, sin aportar realmente nueva profundidad.
Sin embargo, la película sobresale en lo visual. La cinematografía de Peter Kerekes es impactante, dominada por tonos oscuros y una paleta de colores intensos que recrean la atmósfera gótica y opresiva del mundo de "Underworld". Las escenas de acción, especialmente las batallas entre vampiros y lycans, son coreografiadas con maestría, utilizando una combinación de efectos prácticos y digitales que resultan sorprendentemente realistas. La dirección de arte también cumple con creces, con un diseño de producción que detalla minuciosamente la estética vampiresca, incorporando elementos históricos y de moda que contrastan con la esencia misma de la inmortalidad. Los efectos especiales, aunque a veces un poco exagerados, sirven para enfatizar la brutalidad y el poder de los seres sobrenaturales.
Las actuaciones son sólidas, aunque no espectaculares. Lena Headey continúa interpretando a Selene con su habitual elegancia y determinación, transmitiendo una mezcla de dolor, ira y un profundo deseo de proteger a su mundo. Bill Nighy, en el papel de Thomas, aporta un toque de sabiduría y melancolía al personaje, mientras que su hijo, David, interpretado por Andrewх Lincoln, ofrece una interpretación convincente de un joven atormentado por su herencia. No obstante, el reparto secundario, en general, se queda un tanto plano, con personajes que carecen de la complejidad necesaria para marcar una diferencia real en la trama.
En definitiva, "Underworld: Guerras de Sangre" es una película de acción visualmente atractiva, con un ritmo frenético y una atmósfera oscura e intensa. Si bien el guion no es particularmente innovador y algunos personajes carecen de profundidad, la dirección y las actuaciones cumplen con creces, ofreciendo una experiencia entretenida para los fans de la saga y un espectáculo visual para aquellos que se sumergen por primera vez en este universo vampiresco. No es una obra maestra, pero sí un digno entretenimiento.
Nota: 6/10