Unos peques geniales (1999)

“Unos Pequeños Geniales” (Little Einsteins) es una película que, a primera vista, podría parecer un simple y colorido entretenimiento infantil. Sin embargo, bajo esa capa de brillantes colores y música pegadiza, se esconde una narrativa sorprendentemente reflexiva y, en cierto modo, conmovedora. La película, dirigida por Thomas Lennon y Robert Lawrence, no solo ofrece un espectáculo visualmente atractivo, sino que también plantea preguntas interesantes sobre la naturaleza del genio, la comunicación y la pérdida de la inocencia. La ambientación, una sede subterránea que alberga a los niños geniales, es un elemento clave para establecer el tono único de la película, creando un mundo aislado y protegido donde la inteligencia pura y la creatividad sin restricciones florecen.

La trama se centra en la Dra. Elena Kinder, interpretada con gran sutileza por Laura Dern. Dern no solo encarna el papel de la científica, sino que también transmite un peso emocional palpable en su lucha por comprender el fenómeno de la "genialidad latente". Su investigación se ve amenazada por el descubrimiento de que, al alcanzar los dos años, estos niños pierden su capacidad de pensar de forma independiente al comunicarse verbalmente con los adultos. Este dato, aparentemente banal, es en realidad el núcleo de la película, generando una tensión dramática silenciosa que permea toda la narración. La película evita caer en clichés de la ciencia ficción, ofreciendo en cambio una aproximación realista y vulnerable a la condición de estos niños, sugiriendo que su “genio” no reside en su capacidad intelectual, sino en su pureza de espíritu y su asombro ante el mundo.

Las actuaciones son particularmente destacadas, no solo por la interpretación de Laura Dern, sino también por las voces infantiles. Los niños que componen el núcleo de la banda sonora, el trío de niños geniales, ofrecen interpretaciones convincentes y llenas de vitalidad. Su interacción, su juego y sus diálogos, aunque breves, están repletos de autenticidad. La película sabe usar el lenguaje corporal y las expresiones faciales para comunicar emociones complejas, superando las limitaciones de la comunicación verbal. La banda sonora original, compuesta por Harold Budd y Larry Tallman, es una joya en sí misma, complementando la narrativa visual y emocional de manera excepcional.

El guion, aunque deliberadamente sencillo, se beneficia de una dirección inteligente. Lennon y Lawrence logran equilibrar la fantasía con la reflexión, evitando que la película se vuelva excesivamente melancólica o pedante. La historia, aunque sencilla, explora temas profundos como la importancia de la imaginación, la relación entre la infancia y la edad adulta, y la inevitabilidad del cambio. La película no busca ofrecer respuestas fáciles, sino más bien, invita al espectador a contemplar las complejidades de la naturaleza humana. En particular, la forma en que se representa la pérdida de la capacidad de pensar de forma independiente es delicada y evita sentimentalismos gratuitos, reforzando la sensación de que la película está tocando un tema importante con sensibilidad.

Nota: 7/10