“Vamos de polis” no es precisamente una reinvención del género policial, ni tampoco pretende serlo. A pesar de las expectativas generadas por la premisa – dos amigos que se disfrazan de policías para una fiesta y se ven envueltos en una trama criminal – la película de Nacho Blick funciona, paradójicamente, como un estudio de personajes y una reflexión sobre la corrupción no tanto a gran escala, sino a nivel individual. La película se centra en la dinámica entre Raúl (Javier Godino) y Fernando (Miguel Sola) y en cómo su imprudencia, su egocentrismo y, en última instancia, su desesperación por llenar un vacío emocional, los llevan a un camino de consecuencias nefastas.
Blick, a lo largo de la película, logra un equilibrio entre el humor y la tensión. La premisa inicial, la fiesta de disfraces, es hilarante y estableciendo un tono ligero que contrasta fuertemente con la creciente oscuridad de la trama. La dirección de Blick se caracteriza por una meticulosa atención al detalle, con una fotografía que dibuja un Madrid decadente y creíble, plagado de rincones sórdidos y conversaciones callejeras. El uso de la luz y la sombra contribuye a crear una atmósfera de suspense constante, y los planos que capturan los gestos sutiles de los personajes revelan mucho sobre sus estados de ánimo y motivaciones. No es una dirección sobresaliente, pero es competente y sabe crear un ambiente propicio para la historia.
Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. Javier Godino ofrece una interpretación magistral de Raúl, un hombre atormentado por sus fracasos y con una necesidad irrefrenable de sentirse importante. Su personaje es complejo, ambiguo y profundamente humano, lo que lo convierte en un protagonista con el que es fácil empatizar, incluso cuando sus acciones son cuestionables. Miguel Sola, como Fernando, complementa perfectamente el papel de Godino, aportando una mezcla de ingenuidad, ambición y debilidad que define a su personaje. La química entre los dos actores es palpable y fundamental para el éxito de la película.
El guion, aunque no es particularmente innovador, está bien construido. El ritmo es constante y las situaciones se desarrollan de forma natural, aunque la trama principal puede resultar algo predecible para el espectador habitual del género. Sin embargo, el interés reside más en la evolución de los personajes y en las decisiones que toman a lo largo de la historia. La película explora temas como la ambición, la corrupción, la amistad y el precio de la autodestrucción, pero lo hace con una sutileza que permite al espectador reflexionar sobre las implicaciones morales de las acciones de los protagonistas. El clímax, aunque no sorprendente, es visualmente impactante y cierra de forma efectiva la historia.
En definitiva, “Vamos de polis” es una película entretenida y bien actuada que ofrece una perspectiva interesante sobre la condición humana y la facilidad con la que la ambición y la desesperación pueden corromper incluso a los individuos más honestos. No es una obra maestra, pero sí un filme sólido y recomendable para aquellos que aprecien el cine con matices y personajes memorables.
Nota: 7/10