¡Vaya un fugitivo! (1998)

“¡Vaya un fugitivo!” no es una obra maestra cinematográfica que cambiará tu percepción de la justicia o la música. Más bien, es un thriller de persecución frenético y, en ocasiones, visualmente estimulante, que se beneficia de una buena dosis de nostalgia por las películas de acción de los años 70. La película, dirigida con habilidad por Richard Donners, logra recrear la estética de esa época, con una paleta de colores cálidos, música disco pegadiza y montajes que recuerdan a “El Topo” o “Varano”. Sin embargo, bajo esa apariencia estilizada, se esconde una historia que, a pesar de sus esfuerzos, no logra alcanzar la profundidad que le merecía.

La premisa, aunque inicial, resulta un poco cliché. Un violinista virtuoso acusado falsamente de asesinato y convertido en fugitivo tiene cierto potencial, pero la ejecución carece de originalidad. El guion, escrito por Jack Burns, se basa en la rapidez y la acción como vehículo principal, priorizando la adrenalina sobre la construcción de personajes sólidos. Ryan Harrison, interpretado por William Shatner, ofrece un trabajo decente, pero su actuación se ve mermada por un personaje que no tiene mucha profundidad. Shatner, más conocido por su papel en "Trek", aporta un toque de carisma y un humor negro, que, si bien funciona en algunos momentos, no compensa la falta de desarrollo del personaje. El resto del reparto, como siempre, está bien cumplido, pero ninguna actuación destaca particularmente.

Lo más interesante de la película es su puesta en escena. Las persecuciones son creativas y sorprendentes, aprovechando el entorno rural de Montana para crear situaciones de suspense y peligro. Los diálogos, aunque a veces torpes, logran transmitir la tensión y el desasosiego de Ryan, quien lucha por demostrar su inocencia contra un implacable perseguidor, interpretado con frialdad por Robert Shaw. La tensión crece a medida que avanza el tiempo, y la claustrofobia de la persecución se siente palpable. No obstante, el ritmo a veces se vuelve frenético, generando una sensación de vertiginosa falta de respiración que puede resultar agotadora. A veces, la película parece preocuparse más por ser “¡rápida!” que por ser inteligente o significativa.

A pesar de sus defectos, “¡Vaya un fugitivo!” tiene un valor nostálgico y una estética que la hacen atractiva para los amantes de los thrillers de persecución clásicos. Es una película que, en lugar de ofrecer nuevas ideas, se beneficia de la nostalgia y de la espectacularidad de sus secuencias de acción. El final, deliberadamente abierto a interpretación, añade un ligero componente de intriga, aunque no logra redimir completamente las debilidades del guion. Es una película entretenida, pero superficial, que no dejará una huella duradera.

Nota: 6/10