Velocidad terminal (1994)

“Velocidad Terminal” (Terminal Velocity) es, a simple vista, una comedia de acción de los años 90, y en gran medida lo es. Sin embargo, bajo la superficie de las persecuciones al vacío y los diálogos afilados, se esconde una película sorprendentemente inteligente y, en cierto modo, perturbadora. Dirigida por Roger Diebold, la película se centra en Charlie Sheen como Cole Turner, un instructor de paracaidismo aparentemente despreocupado que se ve involucrado en una trama de espionaje internacional que amenaza con destruir su vida y la de sus seres queridos.

Sheen, en un momento álgido de su carrera, entrega una interpretación que oscila entre el humor torpe y la vulnerabilidad genuina. Su personaje no es un héroe clásico; es un hombre con problemas, marcado por un pasado doloroso que lo hace reaccionar con cierta aparente despreocupación. La película permite que Sheen explore la complejidad de su personaje, mostrando su lucha interna entre la necesidad de proteger a aquellos que ama y la amargura que lo consume. La dirección de Diebold mantiene un equilibrio entre el humor y la tensión, aprovechando al máximo el recurso visual del paracaidismo para crear momentos de auténtico suspense.

El guion, aunque a veces recurre a clichés del género, muestra destello de originalidad en su exploración de temas como la responsabilidad, el trauma y la manipulación. La trama, que inicialmente parece sencilla, se complica gradualmente, revelando una conspiración en la que se involucran agentes extranjeros, mercenarios y figuras de poder corruptas. La película no se limita a ser un espectáculo de acción; se adentra en la psicología de los personajes, presentando a figuras secundarias memorables, especialmente Kellyanne Preston como Nicole, la novia de Cole, que aporta una fuerza y determinación inesperadas. La relación entre Cole y Nicole, construida sobre la adversidad, se convierte en el núcleo emocional de la película y añade una capa de profundidad a la trama.

Es cierto que algunos elementos del guion y las actuaciones son producto de su época. El ritmo a veces se ralentiza, y ciertos diálogos son un poco forzados. Sin embargo, la película se beneficia enormemente de la cinematografía vibrante y la coreografía de las escenas de acción, que son impresionantes para la época. La banda sonora, con sus himnos ochenteros, contribuye a crear una atmósfera de nostalgia y exageración que encaja perfectamente con el tono general de la película. “Velocidad Terminal” no es una obra maestra del cine, pero es una película entretenida y sorprendentemente estimulante, que ofrece una buena dosis de adrenalina, humor negro y una reflexión sobre la fragilidad de la vida.

Nota: 7/10