“Venom: La Habitación sin Fin” no es precisamente una evolución orgánica de la saga, sino más bien un esfuerzo por mantener viva la llama con un presupuesto considerable y un enfoque que, en última instancia, resta sabor a la premisa original. La película se entrega como un espectáculo de acción desenfrenado, pero a costa de la sustancia y la reflexión que, paradójicamente, hicieron a la primera entrega tan peculiar.
El director Andy Muschietti logra, sin duda, crear un ambiente de paranoia y tensión. La atmósfera general es oscura, claustrofóbica y perturbadora, utilizando la prisión como escenario perfecto para explorar las consecuencias de la simbiosis y los dilemas morales de Eddie Brock. Sin embargo, esa atmósfera se siente a veces superficial, como un truco visual rápido en lugar de una exploración profunda de la psique del protagonista. La película se pierde demasiado en secuencias de lucha cada vez más espectaculares y grotescas, donde Venom, interpretado con una energía innegable por Tom Hardy, se transforma en una máquina de destrucción casi imparable. Si bien la coreografía de las peleas es impresionante y llena de inventiva, se siente como si el director hubiera priorizado el espectáculo por encima de la narrativa.
Tom Hardy continúa demostrando su capacidad para encarnar a Venom. Su interpretación es visceral y llena de matices, transmitiendo la lucha interna de Eddie y la creciente influencia del simbionte. Wilson Felciano como Alphonse, el nuevo preso infectado, ofrece una actuación sorprendente, dotando de profundidad y vulnerabilidad a un personaje que podría haber sido simplemente un relleno. Michelle Williams, en su breve aparición, aporta el necesario contrapunto emocional, aunque su personaje queda relegado a un papel secundario y frustrante.
El guion, escrito principalmente por Paul Dastur y Elliot Goldenthal, carece de la originalidad y la audacia de la primera película. La trama se basa en elementos reciclados y clichés del género de superhéroes. La introducción del nuevo simbionte, y la necesidad de encontrar una forma de detenerlo antes de que se propague, es predecible y, en gran medida, olvidable. La película no explora las implicaciones filosóficas de la simbiosis de forma tan interesante como lo hizo la primera entrega, y se centra demasiado en la acción directa. El desarrollo de los personajes secundarios, a pesar del buen trabajo de Felciano, se siente apresurado y poco desarrollado.
A pesar de sus defectos, "Venom: La Habitación sin Fin" ofrece un entretenimiento de acción sólido, aunque superficial. No es una obra maestra, ni siquiera cercana a serlo, pero sí cumple con las expectativas de un fanático del género que busca explosiones y peleas grandiosas. El ritmo frenético y la estética visual impactante son puntos fuertes, pero la historia, el guion y el desarrollo de los personajes no alcanzan la calidad necesaria para elevar la película a un nivel superior. Es un espectáculo visual que, en última instancia, se desvanece rápidamente en la memoria.
Nota: 6/10