Venom: The Last Dance (2024)

“Venom: The Last Dance” no es una obra maestra, ni siquiera una película particularmente sólida, pero sí, sorprendentemente, se ha ganado un espacio en el corazón de algunos aficionados al universo cómico de Marvel. La película, que intenta conciliar el humor irreverente de las primeras entregas con una atmósfera de amenaza mucho más palpable, resulta en un producto que es a la vez frenético e inestable, pero que, por alguna razón, logra generar cierta conexión con el espectador. El núcleo de la historia, la decisión que Eddie Brock y Venom deben tomar para salvarse a sí mismos y a los inocentes, funciona, en teoría, como un detonante para la acción explosiva que domina la narrativa.

La dirección de Andy Serkis es, sin duda, la mayor fortaleza de la película. La captura de movimiento de Venom, una técnica que ya se había pulido en entregas anteriores, se ha elevado a un nuevo nivel. Serkis demuestra una maestría innegable al transmitir la personalidad, la ira, el miedo y, a veces, incluso la vulnerabilidad de la criatura. La presencia visual de Venom es, sencillamente, impactante. Pero la película no se limita a centrarse en la criatura; Serkis logra, en ocasiones, profundizar en el conflicto interno de Eddie, dándole una humanidad que a menudo se había relegado a un segundo plano. La puesta en escena, aunque llena de artificios y efectos especiales, es dinámica y, en general, efectiva para crear una sensación de urgencia y peligro constante.

Las actuaciones son decentes, aunque no espectaculares. Tom Hardy regresa como Eddie Brock, retomando su interpretación de un hombre atormentado y en busca de redención. Su relación con Venom, que se siente a veces forzada y caricaturesca, es el punto débil del guion. La química entre Hardy y Serkis, en cambio, es notable y es el motor que impulsa las escenas de acción más memorables. Michelle Williams, como Anne Weying, aparece con escasos minutos en pantalla, pero su interpretación es concisa y, al final, sirve para dotar de un propósito dramático a la trama. Sin embargo, el guion en general se siente apresurado y predecible, lleno de clichés de superhéroes y diálogos poco inspirados. La trama se complica innecesariamente, y las subtramas, como el personaje de Riot, se introducen sin un propósito claro.

En definitiva, "Venom: The Last Dance" es una película de acción desenfrenada, con una dosis considerable de humor y un espectacular despliegue visual. No obstante, su guion superficial y la falta de profundidad en los personajes impiden que alcance su máximo potencial. La película se siente como una conclusión, quizás demasiado apresurada, a una saga que, en general, ha ofrecido momentos de entretenimiento genuino. Si buscas una experiencia visualmente estimulante, con un Venom omnipresente y explosivo, "Venom: The Last Dance" puede satisfacer tus expectativas. Pero no esperes una narrativa compleja o personajes memorables. Es un espectáculo de acción, puro y sin adornos, que se desvanece rápidamente una vez que se desvela el telón.

Nota: 6/10