“Verdad o reto” es, en su esencia, un ejercicio de tensión psicológica que se encuentra un tanto eclipsado por una ejecución que, aunque prometedora, termina sintiéndose un poco desapasionada. La premisa –un juego aparentemente inocuo que desencadena una espiral de horror y violencia– es intrínsecamente atractiva, evocando ecos de clásicos como “La Noche del Demonio” o “La Matanza de Texas”, pero la película se esfuerza demasiado por construir una atmósfera de suspense y, al hacerlo, diluye la fuerza de la historia.
La dirección de Benicio Flores se basa principalmente en el uso del color y la luz. La paleta cromática, dominada por tonos apagados y oscuros, crea un ambiente constante de inquietud, pero a veces la iluminación se siente artificial y predecible, buscando más el impacto visual que la sutil creación de tensión. Flores intenta jugar con el contraste entre la normalidad de la vida cotidiana de los personajes y la creciente oscuridad que los rodea, pero la transición entre ambos mundos no siempre es fluida y se siente un poco forzada. La banda sonora, aunque competente, también cae en patrones repetitivos, utilizando la misma melodía de tensión de forma reiterada, perdiendo así su impacto. Las actuaciones son un punto fuerte de la película. El elenco, compuesto por jóvenes talentosos, cumple su cometido con credibilidad. Mateo Vargas, en el papel del protagonista, ofrece una interpretación convincente, transmitiendo la graduale desesperación y horror de su personaje. La química entre los compañeros de grupo es palpable, lo que contribuye a la sensación de que realmente están en peligro. Sin embargo, algunos personajes parecen carecer de desarrollo profundo, reduciéndose a arquetipos que cumplen su función narrativa sin aportar mayor complejidad. El guion, escrito principalmente por Flores, presenta algunas ideas interesantes, pero se ve afectado por una estructura narrativa que a veces se vuelve confusa. La película se centra demasiado en la acumulación de sustos y escenas de violencia gráfica, a expensas del desarrollo de la trama y la construcción de personajes. Las reglas del juego, aunque centrales para la historia, no se explican completamente, lo que deja al espectador con ciertas dudas y dificulta la comprensión del proceso de posesión. El ritmo, por lo tanto, se siente irregular, con momentos de tensión sostenida intermitidos por escenas que carecen de propósito o que se alargan innecesariamente. La justificación del demonio y sus motivaciones son algo sombrías y poco tratadas, lo que debilita el impacto final de la historia. En lugar de una exploración profunda de la naturaleza del mal y las consecuencias de la moralidad, terminamos con una experiencia visceral, pero superficial.Nota: 6/10