Vidas perfectas (2024)

“Vidas perfectas” es una película que se aferra a la idea de la fragilidad de la felicidad y la forma paradójica en que las tragedias pueden exponer las grietas más profundas de las relaciones humanas. El filme, dirigido con maestría por Julio Medem, no ofrece una recreación realista del drama, sino una atmósfera onírica y perturbadora que, a pesar de algunos excesos estilísticos, logra mantener al espectador en vilo. La premisa, que explora las consecuencias de un accidente automovilístico que desconoce un matrimonio aparentemente perfecto, es interesante, pero lo verdaderamente impactante reside en la disección psicológica de la relación entre Alice y Celine, dos hermanas unidas por la complicidad y el resentimiento.

La dirección de Medem es, sin duda, el punto fuerte de la película. Se aleja de la fotografía convencional, recurriendo a una paleta de colores vibrantes y a planos expresivos que reflejan el estado mental de los personajes. La película no se limita a contar una historia; la *muestra*, utilizando la cámara como un instrumento para transmitir la desconfianza y la creciente paranoia. El uso del espejo, omnipresente en la trama, simboliza la identidad fragmentada y la incapacidad de los personajes para reconocerse a sí mismos. Sin embargo, a veces la estética, aunque cuidada, puede sentirse un poco recargada, asfixiando un ritmo que podría haber sido más sostenido.

Las actuaciones son excelentes.Natalie Portman y Riley Keough ofrecen interpretaciones magistrales, logrando transmitir la complejidad de sus personajes de forma convincente. Portman, en el papel de Alice, irradia una mezcla de desesperación, culpa y vulnerabilidad, mientras que Keough, como Celine, encarna una amargura silenciosa y una creciente sospecha que tejen un ambiente de tensión palpable. La química entre las dos actrices es fundamental para el éxito de la película, y su interpretación conjunta logra generar empatía y confusión a partes iguales. La interpretación de Ben Whishaw como el marido de Alice, un hombre aparentemente gentil y sumiso, también merece especial mención, pues añade una capa de inquietud a la trama.

El guion, adaptado de la novela de Tyler Knott Gallagher, es, en general, sólido. Presenta un retrato, aunque algo idealizado, de las vidas de las mujeres, destacando la presión social y las expectativas que enfrentan. Sin embargo, el ritmo narrativo es desigual. Las escenas de flashback, cruciales para entender la dinámica entre Alice y Celine, a veces interrumpen el flujo de la historia y diluyen el impacto dramático. La resolución, aunque satisfactoria en cierto sentido, podría haber sido más elaborada y que profundizara en las implicaciones psicológicas de los hechos. La película plantea preguntas sobre la responsabilidad, el perdón y la naturaleza de la verdad, pero no ofrece respuestas fáciles. En definitiva, “Vidas perfectas” es un drama psicológico complejo y perturbador que, a pesar de sus defectos, resulta ser una experiencia cinematográfica estimulante y memorable. No es una película para todos los gustos, pero si te atraen las historias que exploran las oscuras profundidades de las relaciones humanas, vale la pena verla.

Nota: 7/10