“Videodrome” (1983) de David Cronenberg es una experiencia cinematográfica que trasciende la mera película; es un virus que, una vez introducido en la mente del espectador, genera una profunda inquietud y te obliga a cuestionar la naturaleza de la realidad, la identidad y la omnipresencia de la tecnología en nuestras vidas. Cronenberg, un maestro del body horror y la exploración de los límites de la percepción, entrega aquí una obra maestra que anticipa con precisión las obsesiones de la era digital.
La película sigue a Max Renn (James Brody), un analista de televisión frustrado por su rutina y su incapacidad para experimentar emociones significativas. Su vida monótona se ve sacudida cuando descubre una programación particularmente perturbadora en un canal de televisión llamado Videodrome. Esta programación, con imágenes de violencia gráfica y paisajes oníricos, despierta en Max un deseo insaciable de ver más, de experimentar, incluso si eso implica meterse en situaciones peligrosas y, eventualmente, transformarse en lo que ve. La dirección de Cronenberg es magistral, creando atmósferas claustrofóbicas y opresivas que reflejan el estado mental de Max, mientras que su uso de la cámara y la edición contribuye a un ritmo vertiginoso que aumenta la tensión gradualmente.
El guion de Cronenberg y Jean-Claude Dubois es excepcionalmente inteligente y ambicioso. Se adentra en un terreno filosófico que explora la relación entre la realidad y la representación, la naturaleza del deseo y la naturaleza del control. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que presenta preguntas inquietantes. ¿Dónde termina el vídeo y dónde comienza la vida real? ¿Es Max un espectador pasivo o un participante activo en su propia transformación? La película es densa, llena de simbolismo y sugerencias, y espera a que el espectador la desentrañe. Las actuaciones son sobresalientes, con James Brody entregando una interpretación convincente de un hombre consumido por su necesidad de experimentar. Pero también destaca Nora Weston como Eileen, una mujer en la que Max se embarca, y cuyo destino se entrelaza con la creciente invasión de Videodrome.
Cronenberg no se limita a mostrar imágenes impactantes, sino que las utiliza para profundizar en la psique de Max. Las transmutaciones físicas, que van desde la acumulación de grasa hasta la transformación en una criatura de carne y cable, no son simplemente efectos especiales; son manifestaciones tangibles de la influencia del vídeo sobre su percepción. La película es un brillante ejemplo de cómo el horror puede ser utilizado para explorar temas sociales y psicológicos complejos. “Videodrome” es una película que perdura en la memoria, generando reflexiones sobre el poder de la imagen, la fragilidad de la identidad y los peligros de la adicción al entretenimiento. Es, sin duda, una película que merece ser vista y revisitada, no solo por su valor histórico, sino por su continua relevancia en un mundo cada vez más dominado por la tecnología y la información.
Nota: 9/10