Vinieron de dentro de... (1975)

“Vinieron de dentro de…”, la nueva propuesta de Ben Edwards, es una experiencia cinematográfica inquietante y perturbadora que se aferra a la mente del espectador mucho después de que las luces se enciendan. Más allá del anuncio de una “película de terror” o “ciencia ficción”, esta obra se consolida como un estudio psicológico profundo y claustrofóbico, explorando los rincones más oscuros de la psique humana y los peligros inherentes a la ambición científica desmedida. Edwards, conocido por su trabajo en la dirección de cortometrajes experimentales, demuestra su habilidad para construir atmósferas tensas y desorientadoras, creando una sensación constante de incomodidad que es, en esencia, el núcleo de su propuesta.

La dirección de Edwards es magistral en su uso del espacio. La torre Stareliner, un edificio vertical que se convierte en la prisión y el escenario de la historia, se presenta como un laberinto opresivo, cuyas paredes parecen cerrarse sobre los personajes. La fotografía, con sus tonos grises y apagados, contribuye a la atmósfera de desesperación y aislamiento, mientras que el diseño de producción, impecable, subraya la sensación de decadencia y abandono. La banda sonora, discreta pero efectiva, se cuela en la escena de manera sutil, intensificando el nerviosismo en los momentos clave.

La película cuenta con un elenco sólido, pero la actuación de Sam Strike como el protagonista, Mark, es particularmente destacable. Transmite con convicción la lenta degeneración de su personaje, su angustia existencial y, finalmente, su horror al enfrentarse a la monstruosidad que se manifiesta en su interior. Las interpretaciones de la actriz que le acompaña, Hannah Hoekstra, como la científica Dra. Reed, y de los actores que interpretan a los residentes de la torre, son también sólidas, contribuyendo a la verosimilitud y credibilidad del mundo construido por Edwards.

El guion, aunque relativamente simple en su trama principal, es sorprendentemente efectivo en su ejecución. Edwards evita los clichés del género, optando por una narrativa centrada en la exploración de la identidad y la corrupción moral. La película se resiste a dar respuestas fáciles, dejando al espectador con preguntas incómodas sobre la naturaleza humana y las consecuencias de jugar a ser Dios. El ritmo, deliberadamente pausado, permite al público absorber la atmósfera opresiva y reflexionar sobre los dilemas éticos planteados, aunque podría argumentarse que, en ocasiones, la lentitud se acerca a la letargia, afectando ligeramente la dinámica narrativa.

Sin embargo, la película no está exenta de fallas. Algunos diálogos resultan un poco artificiosos y la resolución final, aunque inquietante, podría haber sido más elaborada. No obstante, “Vinieron de dentro de…”, es una película que se recuerda no por su espectacularidad, sino por su capacidad para generar una sensación duradera de incomodidad y por su exploración sombría de los límites de la experiencia humana. Es una película que, en definitiva, merece la pena ver, aunque no es para todos los públicos.

Nota: 7/10