Viva (2015)

“Viva” no es simplemente otra película sobre la búsqueda de la identidad; es una carta de amor vibrante y melancólica a La Habana, a sus recuerdos y a la persistente esperanza que, a pesar de todo, late en su gente. La película de Michel Franco logra capturar la esencia de una ciudad que respira con la intensidad de sus callejones y el susurro de sus historias. La fotografía, con un color cálido y casi surrealista, es absolutamente inmersiva; cada plano, cada iluminación, contribuye a crear una atmósfera que te envuelve y te transporta a ese rincón de Cuba.

El guion, a pesar de su aparente simplicidad, es lo que realmente eleva a "Viva" por encima de la media. La historia se desarrolla con una paciencia exquisita, permitiendo que la relación entre Jesús, el protagonista, y su padre, un ex-boxador que regresa después de años de reclusión, se construya lentamente, con momentos de tensión y de complicidad que te tocan el corazón. La película no se apresura a dar respuestas fáciles. El conflicto central reside en el silencio, en la incomunicación, en la dificultad de perdonar y de aceptar. Franco se centra en las pequeñas conversaciones, en las miradas, en los gestos que revelan más que cualquier diálogo explícito. La narrativa se construye con la observación minuciosa de la vida cotidiana, con la exposición de las costumbres y los vicios de un barrio particular de La Habana. No rehuye la crudeza, mostrando la pobreza, la corrupción y la desilusión, pero siempre con un tono de respeto y de empatía.

Las actuaciones son sobresalientes. Diego Luna ofrece una interpretación magistral como Jesús, un joven complejo y vulnerable, atrapado entre la necesidad de encontrar su camino y el peso de una historia familiar dolorosa. Su evolución a lo largo de la película es palpable, y Luna logra transmitir con sutileza la angustia, la frustración y, finalmente, la esperanza de su personaje. José Coronado, en el papel del padre, entrega una actuación igualmente convincente, logrando dotar al personaje de una mezcla de arrepentimiento, frustración y un deseo desesperado de reconectar con su hijo. La química entre ambos actores es fundamental para el éxito emocional de la película. El resto del elenco secundario también cumplen su función con solidez, dotando de vida y autenticidad al ambiente que rodea a los protagonistas.

“Viva” no es una película fácil de ver. Es lenta, contemplativa y, a veces, dolorosa. Pero también es una película profundamente hermosa, que celebra la memoria, el perdón y la resiliencia del espíritu humano. Es una meditación sobre la identidad, la familia y el poder de la nostalgia. Una obra cinematográfica que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8/10