W. (2008)

“W.”, la nueva película de Oliver Stone, no es un documental político ni una propaganda glorificada, sino un examen profundamente complejo y, a menudo inquietante, de la vida de George W. Bush. Stone, como es habitual, no se limita a presentar una cronología de hechos, sino que se sumerge en la psique del personaje, explorando la fragilidad emocional y las contradicciones que lo definieron. La película se estructura como un viaje a través de los momentos clave de su vida, desde su difícil relación con su padre, un hombre consumado por el peso de la historia y la responsabilidad, hasta su inesperada llegada a la presidencia. La dinámica entre los dos Bush, interpretados magistralmente por James Cromwell y Josh Brolin respectivamente, es el núcleo emocional de la película, una relación marcada por el amor, el resentimiento y la incapacidad de comunicarse. No es una historia de héroes o villanos, sino de individuos atormentados por sus propios demonios y por las expectativas de un país.

Josh Brolin, en el papel de George W. Bush, ofrece una interpretación sorprendentemente sutil y matizada. Evita la caricatura y se centra en mostrar la vulnerabilidad del personaje, su inseguridad, su lucha por la aprobación paterna y su frustración al verse eclipsado por la figura paterna. Es un retrato que te obliga a empatizar con un hombre que, a pesar de sus errores, se siente profundamente humano. La química entre Brolin y Cromwell es palpable, y la tensión entre ambos genera momentos de gran intensidad dramática. El resto del elenco secundario también está impecable. Richard Dreyfuss, en el papel de Dick Cheney, se acerca a la frialdad y la ambición del personaje sin caer en la exageración, mientras que Thandie Newton y Jeffrey Wright aportan solidez y profesionalidad al equipo que rodeó al presidente Bush. Toby Jones, como Karl Rove, logra transmitir la astucia y la tenacidad del consejero, aunque su personaje, como es habitual en las obras de Stone, se presenta como un elemento controvertido y complejo.

La dirección de Stone es, como siempre, intensa y visualmente impactante. La película está llena de momentos de gran tensión y de silencios que hablan más que mil palabras. Stone utiliza flashbacks y montaje no lineal para explorar la historia de Bush desde diferentes perspectivas, lo que contribuye a crear un retrato más completo y ambiguo. Sin embargo, es importante señalar que, a pesar de su meticulosidad, la película no trata de juzgar a Bush. Se limita a mostrarlo tal y como fue, con sus virtudes y sus defectos, sus éxitos y sus fracasos. La película es un debate en sí misma, un llamado a la reflexión sobre el poder, la responsabilidad y el precio del liderazgo. Aunque el guion a veces puede parecer denso y recargado, particularmente en la descripción de algunos eventos, la película consigue mantener el interés del espectador gracias a la calidad de las actuaciones y la dirección.

Es una película que genera debate, sin duda. No es un retrato fácil, ni uno que ofrezca respuestas simples. Stone se atreve a mostrar la complejidad de un hombre que transformó el destino de un país y, a la vez, tuvo una vida personal marcada por la fragilidad y las contradicciones. “W.” es una obra cinematográfica ambiciosa que merece la pena ver y analizar, no solo por su interés histórico, sino por su capacidad para hacernos cuestionar nuestras propias ideas sobre el poder y la política. La película se aleja de la simple narrativa biográfica y, en su lugar, explora la psique de un hombre que intentó, con éxito, redefinir la identidad del país.

Nota: 8/10