Wallace y Gromit: La venganza se sirve con plumas (2024)

“Wallace y Gromit: La venganza se sirve con plumas” no es simplemente una secuela; es una inmersión profunda en el universo surrealista y ligeramente caótico creado por Aardman Animations. La película, a pesar de la sombra alargada que proyecta la leyenda de sus predecesoras, se mantiene fiel a la esencia de la dupla, ofreciendo una aventura visualmente impresionante y rica en humor británico, aunque con algunos matices que deliberadamente se alejan de las fórmulas probadas. El argumento, centrado en la imprudencia de Wallace y la necesidad de Gromit para poner orden en el caos, es intrigante y, en su núcleo, bastante reflexivo sobre la responsabilidad y las consecuencias de nuestras acciones.

La dirección de Ben Wheatley marca una diferencia notable respecto a los trabajos anteriores de Aardman. Wheatley aporta una energía frenética y un estilo visual que combina elementos del thriller de suspense con la animación stop-motion. La película está rebosante de imágenes impactantes, desde las complejas elaboraciones de Wallace hasta las escenas de acción exageradas y, a veces, inquietantes. La paleta de colores es vibrante, con un uso deliberado del contraste para intensificar la atmósfera. Sin embargo, esta transición estilística no siempre resulta perfecta. Aunque el uso de la cámara y la edición son excelentes, algunas escenas se sienten un poco sobrecargadas, perdiendo, en ocasiones, el ritmo natural que caracteriza a las anteriores entregas.

La actuación de la voz de Peter Sallis como Wallace es, como siempre, impecable. Sallis captura a la perfección la exasperación, la ingenuidad y la brillantez del inventor, aportando una autenticidad inigualable. El personaje de Gromit, interpretado por Nicholas Guest, mantiene su estoico pragmatismo, pero se le concede un papel más activo en la trama, lo que refuerza su conexión con Wallace. Las voces de los nuevos personajes, especialmente el duende del desván, es un torbellino de sonidos y expresiones que añaden un componente cómico único y memorable. La actuación de los secundarios contribuye enormemente a la riqueza del universo narrativo.

El guion, escrito por el mismo Wheatley y Hugh Baglin, se distingue por su ambición. Aardman se atreve a explorar temas más oscuros y complejos de lo habitual, como la obsesión, el miedo y la pérdida. Las payasadas de Wallace y la resolución heroica de Gromit, con todo su absurdo, están salpicadas de momentos de genuino terror y una reflexión sutil sobre el valor de la amistad y la familia. No obstante, la trama presenta algunas lagunas narrativas y, en ciertos momentos, se vuelve un poco predecible, aunque la riqueza de los detalles y la originalidad de las situaciones compensan las deficiencias. La película no rehuye el humor negro, un elemento que ha sido central en la serie, pero lo integra con mayor matices y profundidad.

Nota: 7.5/10