Warcraft: El origen (2016)

“Warcraft: El Origen” se presenta como un intento ambicioso, y a veces torpe, de llevar a la gran pantalla una de las sagas más queridas del mundo del videojuego. La película, dirigida por Chuck Pfarrer, no es una obra maestra, pero sí ofrece un espectáculo visualmente impresionante y una exploración – aunque superficial – de la brutalidad y las consecuencias de la guerra. El conflicto central, la invasión orca al reino de Tirisfal, está bien planteado y el despliegue de batallas es, en su mayoría, convincente. Sin embargo, la película sufre de un guion que, en momentos cruciales, se deja llevar por clichés del género y a menudo sacrifica la profundidad narrativa por el virtuosismo del espectaculo.

La dirección de Pfarrer consigue crear una atmósfera de tensión constante, particularmente durante las secuencias de combate. Los efectos especiales son, sin duda, el punto fuerte de la producción. Las batallas son grandiosas y se ejecutan con una factura técnica impecable. La creación de los orcos, tanto en su apariencia física como en su comportamiento, es notable. Se ha logrado, a pesar de todo, un diseño visual que respeta el espíritu del videojuego, aunque con algunas adaptaciones que pueden resultar cuestionables para los puristas.

Las actuaciones son un punto débil en la ecuación. Danny Eck como Vol’jin, el guerrero de la Horda, ofrece una interpretación serena y estoica que, aunque efectiva, carece de la intensidad dramática que la historia merecía. Jason Momoa, como Gurta, es carismático pero su personaje es excesivamente unidimensional. Sin embargo, Lewis MacDougall como Lohan, el joven humano con un destino trágico, aporta una nota de humanidad al relato. Su personaje, aunque algo simplificado, sirve como el foco a través del cual el espectador puede empatizar con las consecuencias de la guerra, aunque su arco argumental no logre alcanzar su máximo potencial.

El guion, en general, se siente apresurado y con demasiadas subtramas que no se desarrollan adecuadamente. Se intenta abarcar demasiado y, como consecuencia, se pierden oportunidades para profundizar en los personajes y explorar las motivaciones que los impulsan a la guerra. El concepto de la “conexión” entre los dos mundos, un elemento central del videojuego, se presenta de forma poco elaborada y su impacto emocional es mínimo. En definitiva, la película se centra más en mostrar batallas y efectos especiales que en contar una historia sólida y conmovedora. Se podría haber aprovechado para explorar temas como la xenofobia, la búsqueda de identidad o el costo de la violencia, pero estas ideas se reducen a meras menciones superficiales.

Nota: 6/10