Warlock, el brujo (1989)

“Warlock, el brujo” (1993) es una película que, en retrospectiva, se erige como una curiosidad del cine de terror de los 90. La película, dirigida por Andrzej Żuławski, no busca la grandilocuencia o el gore excesivo que caracterizaban el género en la época, sino que se centra en construir una atmósfera de tensión constante, una sensación palpable de incomodidad y un misterio que, aunque no siempre se resuelve de forma satisfactoria, logra mantener al espectador en vilo. La película, con su fotografía sombría y su diseño de producción gótico, evoca inmediatamente la sensibilidad del cine transilvano, aunque sin la melancolía predominante de Tarkovsky. En lugar de ello, la película opta por una inquietud visceral.

La historia, aunque inicialmente un tanto desorientadora debido a su ritmo deliberadamente lento y a la abundancia de elementos fantásticos, se revela como una suerte de espiral descendente. La premisa, que involucra a un brujo extradimensional y la búsqueda de un antiguo libro de magia, ofrece un potencial narrativo interesante, pero se ve dificultada por un guion que a menudo se siente confuso. Las motivaciones de los personajes, especialmente las de la médium, Beatrice, son poco claras y su papel, aunque necesario para la trama, no está del todo justificado. Sin embargo, el director se aferra a un estilo visual propio que, aunque a veces redundante, puede resultar impactante. Las escenas de acción, aunque escasas, se ejecutan con una crudeza y un realismo que contrastan fuertemente con la ambientación. Se evita el uso de efectos especiales grandilocuentes, apostando por la tensión generada por la atmósfera y la dirección de fotografía.

El reparto es, en general, sólido. Deian Fitzwilliam, como el brujo, aporta una presencia amenazante y un aura de maldad que se perciben de inmediato. Su interpretación es sutil, pero efectiva, sin necesidad de recurrir a trucos visuales. Natasha Hamilton, como Beatrice, encarna a la perfección el papel de la joven asustada, aunque su personaje carece de profundidad. El actor que interpreta a Redferne, Anthony Stewart Head, ofrece un retrato convincente de un hombre atormentado por el pasado y decidido a detener al brujo a toda costa. La química entre estos tres actores es fundamental para el éxito de la película, aunque a veces la falta de diálogo importante obstaculiza su desarrollo. Su enfrentamiento final es un clímax visualmente interesante, pero narrativamente algo flojo.

En definitiva, "Warlock, el brujo" es una película de terror con toques góticos que, más que ofrecer una historia brillante, logra transmitir una sensación inquietante y perturbadora. Su valor reside, en gran medida, en su atmósfera opresiva, en su estética visual y en la presencia amenazante de su villano. No es una película que decepcione, pero tampoco es una obra maestra. Es un ejercicio de suspense y una demostración de la habilidad de Żuławski para crear una experiencia cinematográfica memorable, aunque no necesariamente placentera. Es, en resumen, una curiosidad del género que merece la pena ser vista por aquellos que buscan algo diferente al cine de terror convencional.

Nota: 6/10