“Way Down” es un thriller de intriga criminal que, lejos de buscar la grandilocuencia de las producciones de Hollywood, se adentra en la áspera realidad de la Madrid de 2010, un periodo de euforia futbolística que sirve como telón de fondo para un plan de robo audaz y meticulosamente orquestado. La película no se esfuerza en glorificar la delincuencia; al contrario, la presenta como un oficio complejo, por lo que exige una mirada crítica y, en ocasiones, despiadada. La dirección de David Lamet es precisa y elegante, optando por un ritmo pausado que permite al espectador absorber la atmósfera claustrofóbica de la ciudad y la tensión creciente dentro del equipo criminal.
El guion, coescrito por Lamet y Javier Lorenzo, se distingue por su prosa seca y realista. No hay diálogos grandiosos ni momentos innecesarios de melodrama. La historia se centra en la planificación y ejecución del robo, explorando las dinámicas de equipo, los conflictos internos y las dudas morales de los personajes. Se evita la simplificación de personajes caricaturescos; los ladrones no son héroes ni villanos absolutos, sino individuos con motivaciones personales y con un pasado que pesa sobre sus acciones. La película no revela todos los secretos de la trama de golpe, sino que los va desvelando progresivamente, manteniendo al espectador en un estado constante de anticipación. Sin embargo, a pesar de su solidez narrativa, el guion a veces se pierde en detalles técnicos poco convincentes, que ralentizan el desarrollo de la trama principal.
Las actuaciones son sobresalientes. Jorge Herrero, como el cerebro del grupo, irradia una calma y un control que contrastan con la ansiedad que se palpa en los demás miembros del equipo. La interpretación de Miguel Aserrín como su socio, un ladrón impulsivo y propenso a la frustración, aporta una dosis de humanidad a la banda. El resto del elenco, formado por actores desconocidos para muchos, cumple con creces sus responsabilidades, ofreciendo interpretaciones honestas y convincentes. Particularmente digna de mención es la figura de Elena Esteve como una vigilante de seguridad que, a pesar de ser la antagonista, se presenta como un personaje complejo, con una motivación que se revela paulatinamente y que la humaniza.
La película, visualmente, se adhiere a la estética realista del género. La fotografía de Oscar Bravo no recurre a artificios innecesarios, sino que utiliza la luz y la sombra para crear una atmósfera opresiva y tensa. La paleta de colores se mantiene predominantemente apagada, reflejando la dureza de la vida que llevan los personajes. El montaje, sobrio y efectivo, contribuye a mantener el ritmo constante de la película. A pesar de su sólida base, “Way Down” no es una obra maestra. Presenta algunos elementos repetitivos y, en ocasiones, carece de la chispa que impulsa a las grandes películas de suspense. Sin embargo, es un thriller de intriga criminal bien ejecutado, que ofrece un entretenimiento sólido y que invita a la reflexión sobre la naturaleza de la ambición y el precio de la libertad. Su enfoque en la normalidad de los delincuentes y en la búsqueda de un lugar en el mundo es lo que la hace particularmente interesante.
Nota: 7/10