Were the World Mine (2008)

“Were the World Mine” no es una película que te impacta desde el primer minuto, sino que se construye lentamente, como una melodía compleja que requiere paciencia y atención. La dirección de Sean Hogan, aunque contemplativa, logra crear una atmósfera onírica y ligeramente inquietante, enfatizando la fragilidad emocional de sus protagonistas. No se trata de una búsqueda de la grandiosidad cinematográfica, sino más bien de una exploración introspectiva del deseo, la obsesión y los límites del amor adolescente, envuelta en una estética que recuerda vagamente a las películas de Wes Anderson. Hogan parece estar particularmente interesado en el ritmo pausado, permitiendo que la incomodidad y la incertidumbre se ciernen sobre el espectador.

El núcleo de la película reside, sin duda, en la interpretación de la joven Lily James como Timothy. James logra transmitir con sorprendente matiz la mezcla de vulnerabilidad, anhelo y creciente descontrol de su personaje. Timothy, un joven socialmente torpe y soñador, se ve envuelto en una situación fuera de su control, y la película explora con honestidad la angustia y la confusión que le provoca. El personaje es, en esencia, un espejo de la propia adolescencia, con sus ideales inalcanzables y su búsqueda desesperada de conexión. La química entre James y la Wendy Robie, que interpreta a una figura maternal y, de alguna manera, perturbadora, es notable. La presencia de Zelda Williams, aunque limitada, aporta un contrapunto interesante a la historia con su personaje, quien encarna un conocimiento de las consecuencias que Timothy aún no puede comprender.

El guion, adaptado de elementos de *Sueño de una Noche de Verano* (a través de la receta de la "pansé de amor"), es a la vez ingenioso y, en ocasiones, predecible. La película se aferra a la idea del deseo como una fuerza poderosa y a menudo destructiva. La receta de la flor sirve como una metáfora visual y narrativa de la capacidad humana para manipular el destino, pero el guion podría haberse beneficiado de una mayor profundidad en el desarrollo de los personajes secundarios y en la exploración de las motivaciones subyacentes. La trama principal, centrada en el juego de deseos, se desarrolla a un ritmo constante y aunque mantiene al espectador interesado, carece de la tensión dramática que podría haber elevado la película a un nivel superior. La fantasía del sueño, aunque bien representada visualmente, se siente a veces como un artificio, un recurso narrativo que eclipsa la profundidad emocional de la historia.

En definitiva, “Were the World Mine” es una película que recompensa la atención y la paciencia. No es un drama adolescente convencionales, sino una exploración delicada y enigmática de la naturaleza del deseo. Es una película con matices, que te hace reflexionar sobre la responsabilidad del propio deseo y las consecuencias de intentar controlar el destino de los demás. Si buscas una experiencia cinematográfica desafiante y visualmente atractiva, "Were the World Mine" podría sorprenderte.

Nota: 7/10