West Side Story (2021)

“West Side Story” de Steven Spielberg es, en esencia, un acto de reconstrucción cinematográfica. No se trata solo de una secuela o una reinterpretación, sino de una re-imaginación audaz y, en muchos aspectos, magistral de un clásico atemporal. Spielberg, con su habitual meticulosidad y respeto por la historia original, entrega una experiencia visual y emocionalmente resonante que no se siente simplemente como un “nuevo” West Side Story, sino como un homenaje cuidadosamente reconstruido.

La dirección de Spielberg es, como es habitual en su filmografía, precisa y llena de detalle. Evita la grandilocuencia de las versiones anteriores, optando por una estética más naturalista y realista, incluso a veces cruda. El uso de la fotografía en colores sepia, que recuerda a la época de la película original de 1961, es especialmente efectivo, creando una atmósfera densa y palpable de conflicto social y desigualdad. Sin embargo, Spielberg introduce una vibrante paleta de colores cuando se enfoca en el amor de Tony y María, resaltando la belleza y la fragilidad de sus sentimientos en un contexto tan violento y hostil. La coreografía, crucial para el musical, está impecable y vibrante, con movimientos que evocan el ritmo frenético de la ciudad y la intensidad de las peleas callejeras.

Las actuaciones son, en su gran mayoría, excepcionales. Ansel Elgort ofrece una interpretación de Tony, más contenida y reflexiva que la de sus predecesores, mostrando una vulnerabilidad y una determinación moral que lo hacen un protagonista más complejo y creíble. Rachel Zegler, como María, brilla con una energía juvenil y una sinceridad conmovedora. Su química con Elgort es genuina y magnética, siendo el corazón palpitante de la película. Aunque las actuaciones de los actores que interpretan a los miembros de las pandillas (como Michael Longfellow como Riff y David Alvarez como Bernardo) son sólidas, a veces se siente que se les pide a veces un poco más de profundidad emocional para realmente transmitir la complejidad de sus motivaciones y la desesperación de sus circunstancias.

El guion, adaptado del texto original de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim, se mantiene fiel al espíritu de la obra original, pero añade nuevas capas de significado a través de la lente del siglo XXI. Se explora de manera más explícita el racismo institucionalizado que subyace a la violencia, mostrando la brutalidad de las políticas y actitudes de la época. El ritmo del guion, aunque a veces un poco apresurado, está bien equilibrado, y las canciones, que son la columna vertebral del musical, son tanto emotivas como poderosas. La decisión de Spielberg de filmar en blanco y negro en algunas escenas, especialmente durante la persecución de Tony, es arriesgada pero efectiva, intensificando la sensación de peligro y de impunidad.

En definitiva, “West Side Story” de Spielberg es una película que no solo honra un clásico del cine, sino que lo revitaliza y lo hace relevante para una nueva generación. Es una película sobre el amor, la pérdida, la violencia y la búsqueda de la identidad, y lo hace con una sensibilidad y un rigor que la convierten en una experiencia cinematográfica inolvidable. Una joya para los amantes del musical y una película que debería ser vista por cualquier persona interesada en la historia del cine.

Nota: 9/10