Whiplash (2014)

“Whiplash” no es una película fácil de digerir, ni tampoco pretende serlo. Damien Chazelle, en su ópera prima, nos sumerge en un universo musical despiadado y moralmente ambiguo, donde la obsesión por la perfección se convierte en un arma de doble filo. La película se centra en Andrew Neiman (J.K. Simmons), un joven baterista con una ambición desmedida, y en su relación tormentosa con Terence Fletcher (Simmons), un director de jazz legendario, pero también notoriamente despiadado. La historia, aunque basada en hechos reales, se construye como una tensa y visceral meditación sobre la naturaleza de la excelencia, la ambición y el precio que se paga por alcanzarlo.

La dirección de Chazelle es, sencillamente, magistral. El ritmo frenético de la narrativa, que se asemeja a la intensidad de un solo de batería, se complementa a la perfección con la banda sonora, que no es solo música, sino la esencia de la película. El uso del sonido es innovador: el constante rugido de la batería, el sonido distorsionado de los instrumentos y las conversaciones a medio camino entre el grito y el susurro, nos sitúan directamente en la experiencia claustrofóbica y opresiva de Andrew. La cinematografía de Emmanuel Lubezki es excepcional, siguiendo cada movimiento de las manos de Andrew con una precisión hipnótica. La película consigue transmitir la sensación constante de tensión, de límite próximo, que define la relación entre los personajes.

La actuación de J.K. Simmons como Terence Fletcher es, quizás, la mejor de la historia reciente. Simmons no interpreta al “malvado” director, sino que construye un personaje complejo, con un pasado que lo ha marcado y que lo impulsa a exigir lo máximo a sus alumnos. Su interpretación no se basa en gestos teatrales, sino en una mirada penetrante y una presencia física que comunican una frustración acumulada. La química entre Simmons y un joven Miles Teller, que ofrece una interpretación convincente y vulnerable como Andrew, es fundamental para el éxito emocional de la película. Teller consigue transmitir la ambición descontrolada, la desesperación y el miedo de Andrew, creando un personaje con el que el espectador puede empatizar a pesar de sus excesos.

El guion, adaptado de un artículo periodístico, es implacable y no ofrece soluciones fáciles. La película se niega a romantizar el proceso creativo, mostrando que la búsqueda de la perfección puede llevar a la autodestrucción. Las escenas de práctica musical son coreografías de tensión, donde el ritmo de la batería y el ritmo de la narrativa se entrelazan para crear una experiencia sensorial intensa. La película plantea preguntas incómodas sobre el papel del maestro, la ética de la enseñanza y los límites de la dedicación. No es una película para todos los públicos; su intensidad y su crudeza pueden ser abrumadoras para algunos espectadores. Sin embargo, para aquellos que aprecien el cine que desafía y que invita a la reflexión, “Whiplash” es una experiencia cinematográfica inolvidable.

Nota: 8.5/10