Wiener-Dog (2016)

“Wiener-Dog”, la reciente película de las hermanas Greta y Aaron Sorkin, no es una experiencia cinematográfica explosiva, sino una meditación contemplativa sobre la soledad, la búsqueda de significado y el poder inesperado de las relaciones. La película, protagonizada magistralmente por Greta Gerwig, nos presenta a Dawn Wiener, una técnica veterinaria que, tras una crisis personal, acoge a un perro salchicha llamado Wienermatic. Esta aparente simplicidad inicial se convierte rápidamente en un catalizador para explorar la vida de varios personajes que, a su manera, buscan un camino. Es un ejercicio de sutileza que se beneficia enormemente de la dirección de Sorkin, quien evita la sentimentalidad gratuita y se enfoca en la atmósfera y el ritmo pausado de la narrativa.

La película se centra en el viaje de Dawn, un alma atormentada por el pasado y la incomunicación. Sorkin construye un mundo realista y melancólico, capturado con una fotografía sombría pero hermosa. La banda sonora, discreta pero evocadora, complementa perfectamente el tono introspectivo. Lo que realmente distingue a “Wiener-Dog” es su capacidad para evocar sentimientos profundos sin recurrir a clichés. La mirada de la película se desplaza entre la vida de Dawn, la de un niño con problemas emocionales, una pareja divorciada y una abuela y nieta que intentan conectar. Cada uno de estos personajes, aunque brevemente, está al servicio de la reflexión sobre la soledad y la necesidad de contacto humano.

La actuación de Greta Gerwig es, sin duda, el corazón de la película. Su interpretación de Dawn es sutil, matizada y profundamente conmovedora. No se trata de una actuación grandilocuente, sino de una revelación del alma de una mujer que se está reconstruyendo. La química entre Gerwig y el niño, interpretado por el excelente Caleb Landry Jones, es genuina y conmovedora, proporcionando momentos de genuina ternura. Sin embargo, hay que reconocer que el guion, aunque inteligente y perspicaz, a veces se siente un poco disperso. Algunas escenas, aunque bien actuadas, podrían haberse condensado sin perder su impacto emocional. La trama, si bien subraya temas universales, carece de un desenlace particularmente memorable, optando por la sugestión más que por la resolución.

En definitiva, “Wiener-Dog” es una película que requiere paciencia y una mente abierta. No es un espectáculo visualmente deslumbrante ni una película llena de giros argumentales. Es una obra que recompensa a aquellos que se pierden en sus silencios, sus miradas y sus momentos de conexión inesperada. Se trata de una reflexión sobre el valor de lo esencial: la empatía, la vulnerabilidad y la búsqueda de un hogar, no necesariamente uno físico, sino uno emocional. Es un logro artístico que, si bien no alcanza la excelencia absoluta, definitivamente merece ser vista. Es, sobre todo, una película que te deja pensando mucho después de que los créditos finales hayan terminado.

Nota: 7/10