“Wimbledon: El amor está en juego” es, en su esencia, una película de comedia romántica deportiva, pero una que, a pesar de sus momentos agradables, carece de la profundidad y el lirismo que su premisa sugiere. Dirigida por Richard Loncraine, la película se centra en la improbable ascensión de Peter (Paul Bettany), un jugador de tenis con pocas esperanzas, al circuito de Wimbledon, en un viaje íntimo tanto deportivo como romántico.
Bettany aporta una presencia magnética al papel de Peter, un hombre desmotivado y con una marcada falta de autoconfianza. Su interpretación es sutilmente conmovedora; vemos su gradual transformación no solo por la adrenalina de la competición, sino también por el afecto que siente por Lizzie (Kirsten Dunst). Sin embargo, la película se apoya demasiado en la suerte como motor de la narrativa. Las victorias de Peter parecen, a menudo, surgir de manera demasiado casual y predecible, lo que resta credibilidad a su progreso y, por ende, al impacto emocional de su historia. La dirección de Loncraine se mantiene limpia y profesional, centrándose en la acción de los partidos, pero carece de la atmósfera vibrante y la emoción palpable que uno esperaría de un evento como Wimbledon.
Dunst, como siempre, ofrece una actuación segura y encantadora, pero su personaje de Lizzie se siente un tanto plano. Su relación con Peter es, en gran medida, conveniente y no profundiza en las complejidades que podrían haber enriquecido la trama. La película se limita a mostrar la atracción romántica, sin explorar las razones detrás de ella o los desafíos que enfrentan al intentar construir una relación en medio del caos de la competición. El guion, aunque entretenido, se llena de clichés del género: el tenista desmotivado, el amor inesperado, la racha de buena suerte. Los diálogos son funcionales pero no especialmente memorables, y la estructura narrativa sigue un patrón predecible.
A pesar de estas deficiencias, “Wimbledon: El amor está en juego” ofrece momentos de disfrute visual y deportivo. La filmación de los partidos de tenis es competente y se aprecia la atención al detalle en la recreación del ambiente de Wimbledon. No obstante, la película no logra trascender su género y se queda en un territorio seguro pero poco inspirado. La trama se siente a veces como una serie de circunstancias favorables que empujan a los personajes hacia adelante, en lugar de un desarrollo orgánico y significativo. El romance, aunque presente, no es el núcleo de la historia ni el motor de su potencial.
Nota: 6/10