Wonderland (Sueños rotos) (2003)

“Wonderland (Sueños rotos)” es un estudio inquietante y visceral sobre la oscuridad que puede esconderse bajo la superficie del glamour californiano. Dirigida por Michael Winterbottom, la película se adentra en la historia real de los brutales asesinatos que ocurrieron en la Avenida Wonderland en el Laurel Canyon, un lugar que, a primera vista, evoca la imagen de un paraíso bohemio. La película no se limita a narrar los hechos, sino que construye una atmósfera densa y perturbadora, explorando las vidas entrelazadas de los personajes, sus miserias y sus obsesiones. No es un thriller puro, sino un drama psicológico que obliga al espectador a confrontar la fragilidad humana y las consecuencias de una vida dedicada al placer y a la búsqueda de la fama.

La dirección de Winterbottom es magistral en la construcción del suspense y el ritmo. Evita los clichés del género, optando por una narrativa que se desarrolla lentamente, a través de conversaciones fragmentadas, flashbacks y escenas íntimas que revelan gradualmente los secretos de los involucrados. El uso del color, particularmente en los flashbacks de los 80, es sutil pero efectivo, creando una sensación de nostalgia y de decadencia. La película se siente orgánica y no recreada, lo que contribuye a su autenticidad.

La interpretación de Frank Grillo como John C. "Johnny Wad" Holmes es brillante. Transmite la desesperación de un hombre en caída, la arrogancia de un narcisista en ruinas y la vulnerabilidad de un ser atrapado en una red de mentiras y adicciones. Su personaje no es un villano convencional, sino un ser complejo y profundamente afectado por su pasado y sus vicios. El resto del elenco, especialmente Lesley Manville como Sharon, la esposa de Holmes, y Thomasin McKenzie como Dawn, aportan una honestidad emocional que refuerza el impacto de la historia. Manville, en particular, ofrece una actuación increíblemente sutil y aterradora, capturando la mezcla de dolor, miedo y confusión que siente una mujer atrapada en una relación disfuncional. McKenzie, por su parte, irradia una inocencia y una vulnerabilidad conmovedoras.

El guion, adaptado de un libro de crónica de investigación, se distingue por su realismo y por su atención al detalle. La película no juzga a sus personajes, sino que les permite hablar por sí mismos, revelando sus motivaciones y sus errores. La historia se narra a través de múltiples perspectivas, lo que enriquece la comprensión de los acontecimientos y añade una capa de complejidad. La película no se centra únicamente en los asesinatos en sí, sino que explora las consecuencias de la violencia, la adicción y la desilusión. El uso del lenguaje, a menudo desordenado y fragmentado, refleja el estado mental de los personajes y la naturaleza caótica de los acontecimientos. Es un estudio sobre la búsqueda de la fama y la identidad, y sobre cómo los sueños rotos pueden llevar a la destrucción.

En definitiva, "Wonderland (Sueños rotos)" es una película inquietante, perturbadora y profundamente humana. No ofrece respuestas fáciles y no busca complacer al espectador, sino que lo invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y las oscuras profundidades de la sociedad americana.

Nota: 8/10