Wróbel (2024)

“Wróbel” (Cuervo) no es una película que te golpea con un melodrama explosivo. Es, en cambio, una película que se cuela lentamente en tu conciencia, como la persistente sombra de un cuervo, observando y juzgando silenciosamente. Dirigida con una delicadeza que se asemeja a la contemplación, la película de Jacek de Hoyda nos presenta una narrativa minimalista pero profundamente resonante sobre la búsqueda de significado y la inesperada posibilidad de redención a la edad adulta tardía. Borusiński, como Wróbel, ofrece una actuación magistral, transmitiendo una quietud palpable, una melancolía profunda que se desvela gradualmente, revelando una vida interior marcada por la soledad y la autoexcusación.

La película se basa en el encuentro inesperado de Wróbel con su abuelo, un hombre que, hasta ese momento, ha sido una figura desconocida. Este encuentro, como todos los elementos clave de la trama, se desarrolla con una sutileza que evita el sentimentalismo excesivo. La presencia de Marzenka, interpretada con una vitalidad contagiosa por Julia Chętnicka, introduce una chispa de color en la vida de Wróbel, desafiándolo a redefinir sus prioridades. La relación entre estas dos figuras contrastantes no es una ecuación simple de viejo y joven; es un intercambio complejo de perspectivas, un intento de conectar con el pasado y encontrar un propósito en el presente.

La dirección de fotografía es, sin duda, uno de los grandes aciertos de la película. La paleta de colores, predominantemente tonos grises y ocres, refleja la atmósfera melancólica y la sensación de desolación que impregna la vida de Wróbel. Los planos largos, las tomas desde arriba que observan a los personajes y la utilización del espacio abierto, contribuyen a crear una atmósfera de introspección y aislamiento. Krzysztof Stroiński, el director, consigue transmitir la sensación de que la película no se limita a contar una historia, sino que la invita a participar en la experiencia emocional de sus personajes.

El guion, adaptado de un relato de Slawomir Mrożek, es inteligente y preciso, evitando la exageración y centrándose en los pequeños detalles que revelan la complejidad de las relaciones humanas. La película no busca ofrecer respuestas fáciles; más bien, plantea preguntas sobre la identidad, la memoria y la importancia de las conexiones inesperadas. La película explora la idea de que, incluso en la vida más monótona, siempre existe la posibilidad de un cambio, de una nueva perspectiva. El ritmo pausado, aunque puede resultar lento para algunos espectadores, permite una inmersión profunda en la psique de Wróbel, creando un ambiente de resonancia silenciosa.

En definitiva, “Wróbel” es una película contemplativa, sutil pero poderosa. No es un espectáculo cinematográfico deslumbrante, sino una experiencia emocionalmente enriquecedora que permanece en la memoria. Es una pequeña joya del cine polaco que merece ser vista y reflexionada.

Nota: 8/10