“X-Men: Fénix Oscura” es una película que se presenta como una culminación del legado de los X-Men, pero, lamentablemente, se siente más como un intento desesperado de redefinir la franquicia que una evolución orgánica. La película se enfrenta a un reto narrativo considerable: explorar la caída de Jean Grey, un personaje con una carga emocional y simbólica inmensa para los fans, y la película, a pesar de sus ambiciones, no logra conectar de la manera que merecía.
La dirección de Matthew Vaughn, conocido por su estilo visualmente audaz en “Kick-Ass” y “Kingsman: Secret Service”, aquí intenta imbuir la película de un tono más oscuro y operístico, pero esa apuesta estilizada choca constantemente con la profundidad emocional que la historia necesita. El uso de efectos visuales es, sin duda, impresionante. Las transformaciones de Jean Grey y los despliegues de poder son espectaculares y a menudo disruptivos, creando imágenes memorables. Sin embargo, esta exuberancia visual a veces parece desatendida a la narrativa, priorizando el "wow" sobre la sustancia. La banda sonora, potente y recurrente, a veces se siente como un relleno emocional, buscando intensificar los momentos dramáticos en lugar de permitir que la historia hable por sí misma.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Sophie Turner como Jean Grey lleva el peso de la locura y el dolor con una intensidad admirable, y sus momentos de vulnerabilidad son lo más conmovedor de la película. James McAvoy, como Charles Xavier, entrega una interpretación atormentada y desgarradora que captura la desesperación de un líder frente a la destrucción de su familia. Sin embargo, la película se diluye en demasiados personajes secundario, con motivaciones poco claras y diálogos que a menudo se sienten forzados. La introducción de nuevos personajes, como Moira MacTaggert, aunque interpretada brillantemente por Alexandra Burke, se siente como una distracción innecesaria que no aporta al desarrollo de la trama principal.
El guion es quizás el mayor problema de “Fénix Oscura”. La historia se vuelve cada vez más confusa y compleja, intentando explorar conceptos metafísicos y filosóficos de forma superficial. La película se precipita en un ritmo frenético que no permite a los espectadores comprender completamente las implicaciones de los eventos. El conflicto central entre Jean y Charles Xavier, aunque bien actuado, se siente como una repetición de viejas dinámicas sin una resolución satisfactoria. La trama se apoya demasiado en verdades de rodillo y en momentos predecibles, perdiendo la capacidad de sorprender e impactar al espectador. Además, el intento de conectar la película con el pasado de los X-Men, a través de flashbacks y referencias, a menudo se siente forzado y descontextualizado. El resultado es una película que, a pesar de sus efectos especiales llamativos, carece de la coherencia y la profundidad necesarias para considerarse una obra maestra del género.
Nota: 6/10