“X-Men: La decisión final” no es la entrega más brillante de la saga, pero tampoco la menos memorable. Después de una larga espera, Fox nos entrega un desenlace a la trilogía que, a pesar de sus evidentes problemas de presupuesto y dirección, explora temas profundos como la identidad, la evolución y la naturaleza de la aceptación. El conflicto central, el descubrimiento de una “cura” que podría erradicar la mutación, desencadena una crisis existencial para los X-Men, obligándolos a confrontar sus propios ideales y el legado que quieren construir.
La dirección de Bryan Singer, aunque a veces se siente desigual, logra mantener un ritmo decente, especialmente en las escenas de acción que, aunque no son revolucionarias, cumplen su cometido. Sin embargo, la película se ve penalizada por la falta de una visión coherente a largo plazo. La introducción de la tecnología que permite la “cura” se siente un tanto apresurada y poco justificada, y el desarrollo de las consecuencias emocionales de esta decisión es superficial, relegando a personajes entrañables como Charles Xavier y Jean Grey a un papel secundario en su propia historia. La película, en general, parece vacilar entre ser un drama social con un mensaje potente y un espectáculo de superhéroes.
Las actuaciones son, en su mayoría, sólidas. James McAvoy continúa en su papel de un Charles Xavier atormentado, mostrando un gran arco emocional en su lucha por reconciliar su idealismo con la realidad brutal del mundo. Michael Fassbender se estrena con un Magneto más complejo y vulnerable, un personaje que, finalmente, se beneficia de la oportunidad de explorar las profundidades de su propia historia. Sophie Turner y Quicksilver (Aaron Taylor Johnson) ofrecen momentos decentes, aunque sus personajes, en general, se sienten algo desaprovechados. Sin embargo, la película no les brinda las herramientas necesarias para que su presencia sea realmente impactante.
El guion es el punto más débil de la película. A pesar de su premisa intrigante, la historia se llena de clichés del género, personajes unidimensionales y diálogos a menudo torpes. La película intenta abordar temas importantes como el racismo, la discriminación y la lucha por la aceptación, pero lo hace de manera simplista y sin profundizar en la complejidad de estas problemáticas. El resultado es una película que, a pesar de sus esfuerzos, se siente más como una colección de momentos brillantes y escenas de acción espectaculares que, en conjunto, no logran crear una narrativa cohesiva y convincente. La película busca un balance entre el drama y la acción, pero, en última instancia, no logra dominarlos ni con ninguno, quedando en un punto intermedio que no satisfizo del todo.
Nota: 6/10