“XXY” es, sin duda, una película que se instala en la memoria con una persistencia inquietante. La dirección de Damián Zubizarreta es, en su esencia, meditativa y deliberadamente lenta, lo que puede resultar tanto un punto fuerte como una debilidad, dependiendo del espectador. Zubizarreta no busca la espectacularidad visual; en cambio, se concentra en la atmósfera, en el peso de los silencios y en la palpabilidad de la incomunicación entre los personajes. El uso del espacio rural, la cabaña, el mar infinito y el cielo inmenso, se convierte en un reflejo de la condición de Alex, un individuo aislado, buscando un equilibrio que parece inalcanzable. Hay una belleza sombría en la fotografía de Juan Polito, que oscila entre la luz dorada del atardecer y la penumbra opresiva de la noche, contribuyendo significativamente a la atmósfera de introspección.
Las actuaciones son, en su mayoría, excepcionales. Inés Efron se entrega por completo al papel de Alex, transmitiendo la vulnerabilidad y la confusión de una adolescente que lucha por comprender su propia identidad. Su mirada, cargada de una mezcla de anhelo y rechazo, es lo más conmovedor. Ricardo Darín, como Kraken, ofrece una interpretación magistral, construyendo un personaje complejo y profundamente perturbado, atrapado en un ciclo de dolor y arrepentimiento. Valéria Bertuccelli, como Suli, aporta una sensibilidad cautelosa y una necesidad desesperada de proteger a su hija. Sin embargo, la relación entre Kraken y Suli, aunque palpable, a veces carece de la profundidad emocional que se esperaría, dejando un resquicio de duda sobre la veracidad de sus motivaciones.
El guion, adaptado de la novela de Mariana Eizaguirre, es lo que más divide a la audiencia. El ritmo pausado, la ausencia de diálogos directos y la ambigüedad de ciertos aspectos pueden frustrar a quien espera una narración lineal y con respuestas claras. La película se centra en la exploración de la psique de Alex y en la dinámica familiar disfuncional, dejando al espectador con preguntas sin resolver sobre el pasado de los personajes y sobre el futuro de Alex. No se ofrece una explicación definitiva para la situación de Alex, ni una resolución fácil para sus conflictos internos. Esta deliberada falta de respuestas no es necesariamente una debilidad; en cambio, puede interpretarse como una elección estilística consciente, que busca reflejar la complejidad y la incertidumbre de la vida.
La película, a pesar de su lentitud, plantea interrogantes poderosos sobre la identidad, la familia, el amor y la aceptación. No pretende ofrecer soluciones fáciles, sino invitar al espectador a reflexionar sobre la naturaleza del ser humano y sobre la importancia de la empatía. "XXY" es una película que exige atención y que recompensa a quienes estén dispuestos a dejarse llevar por su atmósfera introspectiva. Su impacto reside más en el sentimiento que provoca, que permanece después de que los créditos finales han terminado de rodar. Es, sin duda, una obra cinematográfica que merece ser vista y analizada.
Nota: 7/10