Ya no somos dos (2004)

“Ya no somos dos” es un drama familiar sorprendentemente honesto y cautivador que se adentra en las complejidades de las amistades masculinas, el peso del matrimonio y la búsqueda de la felicidad en un mundo que a menudo nos exige una versión idealizada de la vida. La película, dirigida con sensibilidad por Andrew Semans, no busca el melodrama fácil ni las soluciones rápidas, sino que se contenta en explorar las grietas y las tensiones sutiles que pueden surgir en las relaciones más cercanas.

El guion, adaptado de la novela de Diane Chamberlain, se beneficia de un ritmo pausado y una atmósfera densa. No se apresura a revelar sus secretos, sino que se centra en la construcción de la relación entre Jack (Mark Ruffalo) y Hank. Ruffalo ofrece una interpretación magistral, retratando la frustración, la inquietud y la vulnerabilidad de un hombre que se siente atrapado en un ciclo de crisis económicas y expectativas familiares. Peter Krause, por su parte, aporta una mezcla de encantamiento y arrogancia que es, a la vez, atractiva y repelente. Su personaje, Hank Evans, es un hombre que sabe lo que quiere pero que le cuesta articularlo, lo que le convierte en un observador incómodo de las vidas de los demás.

La película se sustenta en gran medida en las excelentes actuaciones de los actores principales, pero también gracias a la química entre las parejas. Laura Dern y Naomi Watts, interpretando a Terry y Edith, respectivamente, logran transmitir la melancolía y el cansancio de las mujeres que se ven obligadas a lidiar con las pasiones y los deseos de sus maridos. La dinámica entre Terry y Edith no es de heroínas y villanas; ambas están lidiando con sus propios problemas y, en cierto sentido, se apoyan mutuamente en la búsqueda de consuelo y comprensión.

Sin embargo, la película no es perfecta. A veces, la lentitud del ritmo puede resultar un poco tediosa, y algunos diálogos se sienten artificiales. A pesar de esto, la dirección de Semans consigue crear una sensación de autenticidad y realismo que es difícil de ignorar. La cinematografía, con sus colores apagados y sus planos largos, contribuye a la atmósfera de introspección y melancolía. La banda sonora, discreta pero efectiva, acentúa las emociones y las tensiones que se desarrollan en la trama.

“Ya no somos dos” no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas importantes sobre la naturaleza del compromiso, la amistad y la búsqueda de la felicidad. Es una película que te hace reflexionar y te deja con un sabor amargo, como el de un buen vino que se ha bebido demasiado tarde. No es un drama alegre, pero es, sin duda, una película con sustancia y un gran valor para aquellos que aprecien el cine que invita a la introspección.

Nota: 7/10