Y...al rojo vivo (1985)

“Y...al rojo vivo” (1984) no es una película fácil de digerir, ni mucho menos un placer cinematográfico convencional. Es una experiencia visceral, perturbadora, y un ejercicio de control narrativo que, a pesar de sus evidentes influencias, logra establecer una atmósfera única y profundamente inquietante. Este western psicológico, dirigido con maestría por Sam Peckinpah, se adentra en la oscuridad de la justicia, la venganza y la búsqueda de redención, presentando un relato que desafía las expectativas del género.

La película, en esencia, es una lenta y meticulosa construcción de tensión. Peckinpah, conocido por su violencia estilizada, aquí aplica una técnica radicalmente diferente, priorizando la atmósfera y el desarrollo de personajes sobre el espectáculo sangriento. El paisaje árido y desolado de Nevada, filmado con una paleta de colores apagados, se convierte en un personaje más, reflejando la desolación interior y la falta de esperanza que impregna la historia. La dirección de Peckinpah es precisa, utilizando planos largos y contemplativos para permitir que la tensión se acumule gradualmente, con un notable uso de la luz y la sombra que amplifica la sensación de incomodidad y paranoia.

El guion, adaptado de la novela de Cormac McCarthy, es brillante en su simplicidad y su enfoque en el conflicto interno de los personajes. La trama, aparentemente lineal, se desvela lentamente a través de las interacciones entre las mujeres: la dura y pragmática Scarlett, una experta en el submundo criminal, y la joven Tracy, que representa la inocencia y la vulnerabilidad. La película no ofrece respuestas fáciles ni juicios morales claros. En cambio, se centra en la compleja dinámica entre estas dos mujeres, y en la manera en que sus experiencias pasadas y sus deseos moldean sus acciones en el presente. La voz en off de Tracy, una narración que se convierte en la columna vertebral de la película, introduce un elemento de subjetividad y ambigüedad, invitando al espectador a cuestionar la realidad de lo que está presenciando.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Jessica Lange, en su papel de Scarlett, ofrece una interpretación imponente y aterradora. Su Scarlett es una mujer curtida por la vida, con una mirada penetrante y una sonrisa que nunca llega a ser genuina. Martha Martin como Tracy Freeman aporta una fragilidad conmovedora, logrando transmitir la confusión y el miedo de una joven que se encuentra atrapada en una situación que no entiende. La química entre Lange y Martin es notable, creando un diálogo visual y emocionalmente cargado que sustenta la narrativa. Aunque las demás actrices tienen roles secundarios, contribuyen a la riqueza y la complejidad del mundo que Peckinpah ha creado.

En definitiva, “Y...al rojo vivo” es una obra maestra del cine negro, un ejemplo de cómo la violencia puede ser utilizada de manera efectiva para explorar temas profundos como la venganza, la justicia y la naturaleza humana. Si bien la película puede resultar perturbadora y desconcertante para algunos espectadores, su técnica innovadora, sus actuaciones memorables y su temática provocadora la convierten en una experiencia cinematográfica única e inolvidable. No es una película para todos, pero para aquellos que aprecien el cine que desafía las convenciones y explora la oscuridad del alma humana, “Y...al rojo vivo” es una joya perdida que merece ser descubierta.

Nota: 8.5/10