Yao (2019)

“Yao” no es una película que te impresiona con efectos especiales o narrativas complejas. Es, simplemente, una experiencia cinematográfica visceral que te hondo en la conexión humana y en la belleza cruda del Senegal. Dirigida por Alain Gomis, la película narra la historia de Yao, un joven de 13 años con un anhelo inmenso: conocer a su ídolo, el actor francés Seydou Tall. La premisa, sencilla pero poderosa, es el punto de partida de una película que se construye sobre la empatía y la observación meticulosa.

La dirección de Gomis es magistral. Evita el sentimentalismo barato y se centra en la fotografía, en la luz y en el sonido. Las imágenes, predominantemente en tonos cálidos y desaturados, transmiten un ambiente de calor, de polvo y de resistencia. La puesta en marcha es lenta, deliberada, y permite que el espectador se sumerja por completo en la vida rural de Senegal. La película no tiene prisa, no busca excitar con drama, sino que se deleita en la belleza del día a día, en los pequeños detalles que definen la existencia de estos jóvenes. La banda sonora, con piezas de música tradicional senegalesa, se integra a la perfección, realzando la atmósfera de la película y añadiendo una capa de profundidad emocional.

Las actuaciones son sencillas pero extraordinariamente auténticas. Thierno Falané como Yao es absolutamente conmovedor. Su mirada, llena de esperanza y determinación, transmite la pureza de un niño que persigue un sueño. Pero no se trata solo de un niño idealizado. Yao es un joven realista, que enfrenta las dificultades con valentía. La presencia de Seydou Tall, interpretado por el propio actor, es fundamental. Su viaje desde la comodidad de su vida parisina a un entorno tan ajeno a él es un reflejo de la propia búsqueda de identidad y de conexión con las raíces. La química entre los dos actores es palpable, creando un vínculo creíble y conmovedor.

El guion, aunque minimalista, es sorprendentemente poderoso. No hay grandes diálogos ni escenas espectaculares, pero la película se construye a través de la observación y el silencio. La relación entre Yao y Seydou Tall no se explica, se siente. Gomis no intenta dar respuestas fáciles, sino que permite al espectador reflexionar sobre temas como la ambición, el destino, la identidad y el valor de las relaciones humanas. Se percibe, con una sutileza admirable, la dicotomía entre el mundo occidental y el mundo africano, sin caer en estereotipos ni moralismos. La película invita a cuestionar la propia definición de “éxito” y a reconsiderar lo que realmente importa en la vida. Es una obra que deja una huella duradera en la memoria.

Nota: 8.5/10