Yo soy el amor (2010)

(IT) · Drama, Romance · 2h 0m

Póster de Yo soy el amor
Media
2.8 /10

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Sinopsis

La familia Recchi pertenece a la gran burguesía industrial lombarda. Viven en Milán, en una lujosa casa, llena de espejos, flores, cortinajes, pero las relaciones entre ellos son frías y distantes. Eduardo Tancredi, su mujer Emma (Tilda Swinton), una inmigrante rusa plenamente integrada en la cultura milanesa, sus hijos Elisabetta, Edoardo y Gianluca, los compañeros y prometidos de éstos y los abuelos componen el círculo familiar. Entre lujosos salones y espaciosos jardines tiene lugar la sucesión y entrega del negocio familiar y su consolidación. El joven cocinero Antonio, completamente ajeno a este mundo, condensa sus emociones en platos que no pertenecen a la tradición culinaria de la familia. Tanto él como Emma son personajes que no encajan en este universo, y la pasión que surge entre ellos los llevará a romper todas las ataduras, pero será a costa de pagar un precio muy alto.

Ficha de la película

Título original

Io sono l'amore


Estreno


Géneros

Idioma original

IT



Guionista

Marco Morabito, Luca Guadagnino, Alessandro Usai, Tilda Swinton, Francesco Melzi d'Eril, Massimiliano Violante


Reparto principal de Yo soy el amor

Actores y actrices destacados que dan vida a la historia en Yo soy el amor.

Tráiler Oficial

Ver tráiler oficial de Yo soy el amor

Críticas de la película

Opiniones reales de usuarios que han visto Yo soy el amor. Consulta sus valoraciones y comentarios.

Carlos Méndez
⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐ (8.0/10)

“Yo soy el amor” (Io sono l'amore) de Luca Guadagnino es una película que se instala en la memoria como un espejismo, un breve y intenso oasis de sensualidad y melancolía envuelto en la opulencia de la alta burguesía lombarda. La dirección de Guadagnino es, como siempre, impecable: observa, suscita y seduce con la misma maestría. Él no nos da explicaciones; más bien, nos sumerge en una atmósfera de sutil tensión, donde cada gesto, cada mirada, cada color contribuye a construir una sensación de inquietud y deseo latente. La iluminación es especialmente notable, jugando con la luz natural y creando contrastes que enfatizan la belleza y la fragilidad de sus personajes.

El núcleo de la película reside en la relación entre Emma (Tilda Swinton, en una actuación absolutamente transformadora) y Antonio (Timothée Chalamet), el joven cocinero. Swinton ofrece una interpretación que trasciende la mera actuación; es una presencia imponente, una mujer que ha construido un mundo de elegancia y privilegio, pero que, en su interior, anhela algo que no puede nombrar. La vulnerabilidad que consigue transmitir es devastadora. Chalamet, por su parte, evoluciona a lo largo de la película, dejando atrás la imagen del chico prodigio para convertirse en un hombre impulsivo y, al mismo tiempo, profundamente sensible. La química entre ambos es magnética, un deseo palpable que se manifiesta en pequeños gestos, en miradas robadas, en el aroma de la comida que preparan juntos. Su conexión es la fuerza motriz de la trama, un anhelo de conexión que desafía las convenciones sociales y familiares.

El guion, adaptado de la novela de Rocco Scotellaro, no se aferra a un melodrama convencional. En cambio, se centra en la exploración de la soledad, la incomunicación y el deseo. Los diálogos son poéticos y sugestivos, aunque a veces lentos, reflejando la incomodidad y la dificultad para expresar los sentimientos. La familia Recchi, con su lujo deslumbrante, es, en esencia, un grupo de personas desconectadas, atrapadas en una rutina de rituales y apariencias. La película no juzga a estos personajes; más bien, nos presenta una visión realista de sus vidas, donde el amor y la pasión se encuentran en lugares inesperados, desafiando las jerarquías sociales y las expectativas familiares.

Sin embargo, debo admitir que la lentitud, característica inherente al estilo de Guadagnino, puede resultar tediosa para algunos espectadores. El ritmo pausado, aunque efectivo para crear la atmósfera deseada, podría sentirse como una demora prolongada en la construcción del drama. Además, la película no ofrece respuestas fáciles; el final, ambiguo y lleno de consecuencias, deja al espectador con más preguntas que certezas. No es una película para todo el mundo, pero para aquellos que disfruten de la estética visual, la actuación intensa y la exploración de la complejidad humana, “Yo soy el amor” es una experiencia cinematográfica profundamente satisfactoria.

Nota: 8/10

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