Yo, Tú, Ellos (2000)

“Yo, Tú, Ellos” no es una comedia ligera, aunque su premisa inicial pueda parecer un ejercicio de humor absurdo. Es, en realidad, una reflexión sutil y conmovedora sobre la pobreza, la soledad y la búsqueda de compañía en un rincón olvidado de Brasil. La película de Marcelino Nespoli y João Alves Filho nos presenta a uma mujer, Rosana, que, tras una serie de circunstancias dolorosas, se encuentra compartiendo su modesta vivienda con tres hombres: el padre, el esposo y el hijo. Lo que se presenta como una situación cómica, un espectáculo de personajes excéntricos, se revela con el tiempo como una tragedia humana contada con una sensibilidad sorprendente.

La dirección de Nespoli demuestra una maestría en la observación y la captura del ambiente. El paisaje árido del noreste brasileño no es simplemente un telón de fondo, sino un personaje más, un reflejo de la desolación y la falta de oportunidades que acechan a estos habitantes. La cámara se mueve con naturalidad, documentando la vida cotidiana de los personajes con una honestidad brutal. No hay artificios ni miradas paternales; simplemente se muestra la realidad tal como es, sin adornos ni justificaciones. La película respeta a sus personajes, otorgándoles una dignidad silenciosa incluso en sus momentos más vulnerables. La fotografía, en particular, es exquisita, utilizando la luz y la sombra para crear una atmósfera opresiva y melancólica que se fusiona con la historia. Hay una particular atención a los detalles, desde las paredes desconchadas hasta la ropa raída, todos ellos pintan un retrato vívido de la precariedad.

El núcleo de la película reside en las actuaciones de su reparto. La interpretación de Luciana Sabino como Rosana es, sin duda, la más destacada. Logra transmitir la carga emocional de la protagonista con una sutileza que es casi palpable. No se recurre a un dramatismo exagerado, sino que la fuerza de su actuación reside en la quietud y la mirada. Los tres maridos, interpretados por Ricardo Ribeiro, Pedro Castro y Danilo Alvim, ofrecen interpretaciones igualmente convincentes, logrando que cada uno de ellos parezca un ser humano complejo con sus propias heridas y aspiraciones. No son caricaturas, sino individuos con sus propias historias, sus propias razones para estar en esa situación. La química entre ellos es sutil pero palpable, revelando una relación llena de tensiones, resentimientos y momentos de genuina conexión. La dirección de actores permite que el conflicto y la desesperación emerjan de las interacciones cotidianas, sin necesidad de diálogos grandilocuentes.

El guion, aunque no ostenta una estructura narrativa convencional, es efectivo en la forma en que construye la historia. Evita caer en el melodrama y se centra en la exploración de las dinámicas familiares y la búsqueda de sentido en medio de la desesperación. Las escenas, a menudo breves y aparentemente inconexas, se unen para formar un retrato completo de la vida de estos personajes. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones mágicas; simplemente nos muestra la crudeza de la vida en un entorno desfavorecido y la lucha por encontrar un lugar en el mundo. Es una película que invita a la reflexión sobre la importancia de la empatía y la solidaridad. No es una comedia para reír a carcajadas, pero sí una película que te toca el corazón y te deja pensando mucho después de que los créditos finales hayan terminado.

Nota: 7/10