La joven y el mar (2024)

“La joven y el mar” es una película que se ancla en la fuerza de la determinación humana y la valentía silenciosa. No es una grandilocuencia hollywoodense, sino una meditación sobre el sacrificio, la búsqueda personal y la lucha contra un mundo que a menudo intenta silenciar las voces femeninas. La película, dirigida con una sensibilidad notable por Simon Curtis, nos presenta la historia real de Trudy Ederle, una figura poco conocida del deporte de principios del siglo XX, y la historia es tan poderosa que se siente como un documental, a pesar de su formato cinematográfico.

El guion, adaptado a partir de la biografía de Manette Berezin, se centra principalmente en el viaje personal de Trudy, más que en la glorificación de un logro deportivo. La película logra transmitir la atmósfera opresiva y restrictiva de la época, donde las mujeres no se esperaban nada más que el matrimonio y el hogar. Se explora el entorno social y familiar, y la presión ejercida por su familia, especialmente su hermana mayor, Evelyn, que, a pesar de sus propias ambiciones, se convierte en la principal fuente de apoyo y motivación para Trudy. El desarrollo de la relación entre las hermanas es uno de los pilares emocionales de la película, y Curtis lo maneja con gran maestría, logrando una representación realista y conmovedora de la complicidad y la preocupación mutua.

El elenco, liderado por Alicia Vikander, ofrece interpretaciones impecables. Vikander, con una sutilidad y una fuerza interior que denota una investigación profunda en el personaje, capta la perseverancia de Trudy, su vulnerabilidad y su inquebrantable espíritu. La actuación de Sam Claflin como el entrenador de natación, Harry Brown, aporta un contrapunto necesario al drama familiar, mostrando un mentor firme, apasionado y dedicado, aunque a veces con una visión poco flexible. Las actuaciones secundarias, especialmente la de Claudie Blakley como la madre de Trudy, son sólidas y contribuyen a la riqueza del universo emocional de la película.

Visualmente, “La joven y el mar” es un festín para la vista. El director utiliza la fotografía para reflejar tanto la belleza agreste del canal de la Mancha, con sus olas y tormentas, como la claustrofobia de la vida cotidiana de Trudy. La recreación de los años 20 es impecable, transmitiendo una sensación de autenticidad y detalle, desde la vestimenta hasta la música. Sin embargo, la película no se excede en el espectacularismo, manteniendo un enfoque en el interior de Trudy. La travesía en sí, aunque representada con cierta cautela para no caer en la mera espectacularidad, es un momento crucial que genera tensión y emoción, y la culminación, con Trudy cruzando la línea de llegada, es un momento de absoluta satisfacción. Es un triunfo del espíritu humano, pero también de la observación cuidadosa y respetuosa por una historia real.

Nota: 8/10