“Zarafa” (2004) es una película que, a primera vista, podría parecer un encaje perfecto para una función familiar. Y en cierto modo, lo es. Sin embargo, tras la pantalla de la inocencia y el colorido, se esconde una historia con una complejidad emocional y narrativa que, aunque bien intencionada, no alcanza su máximo potencial. La película, basada en un evento histórico real –la llegada de una jirafa a Francia en 1832–, explora la amistad entre un niño, Maki, y una jirafa abandonada, y su improbable viaje a través de Europa para devolverla a su tierra natal. La premisa, intrínsecamente atractiva, ofrece un vehículo ideal para abordar temas de valentía, perseverancia y la importancia de proteger la naturaleza, pero la ejecución, en gran medida, se siente algo torpe.
La dirección de Jean-Jacques Annaud, conocido por su sensibilidad en proyectos de esta índole, es competente, pero carece de una visión particularmente audaz. La película se mantiene constantemente dentro de un estilo visualmente agradable, aunque a veces excesivamente resplandeciente, con una paleta de colores vibrantes que, en algunos momentos, pueden resultar artificiales. La banda sonora, compuesta por Thomas Newman, es conmovedora y complementa a la perfección las escenas de la naturaleza, pero también se vuelve ligeramente repetitiva a medida que avanza la trama.
Las actuaciones son el punto fuerte indiscutible de la película. La interpretación de Tahir Ivory como Maki es magistral. El niño, dotado de una naturalidad y vulnerabilidad que cautivan al espectador, transmite con una honestidad impresionante la inocencia y el amor incondicional que siente por Zarafa. En cambio, la actuación de la jirafa, interpretada por el gran Maurice Benady, es algo menos convincente, aunque la maquilaje y la sincronización labial son impecables. Benady logra transmitir la inteligencia y la melancolía de un animal que anhela su hogar. Los papeles secundarios, aunque correctamente interpretados, no dejan un impacto duradero.
El guion, sin embargo, es donde la película realmente sufre. Si bien la estructura de la narración, con sus múltiples secuencias y giros inesperados, pretende mantener al espectador enganchado, en realidad termina fragmentando la historia y diluyendo el impacto emocional. Las escenas de acción, como la persecución en el desierto o la lucha contra los lobos, son bien coreografiadas, pero carecen de una profundidad dramática y se sienten más como añadidos decorativos que como elementos esenciales de la trama. La trama, aunque basada en hechos reales, se siente a veces inverosímil y carente de una sólida base lógica, especialmente en lo que respecta a la determinación de Maki de llevar a Zarafa a África.
En definitiva, “Zarafa” es una película agradable de ver, pero que no logra trascender la mera superficie. Ofrece un mensaje positivo sobre la amistad y la conexión con la naturaleza, pero lo hace con un guion demasiado confuso y una dirección que no se atreve a explorar la complejidad de las emociones humanas. Es un entretenimiento decente, pero lejos de ser una obra maestra del cine.
Nota: 6/10