Zaytoun (2012)

“Zaytoun” no es solo una película; es una experiencia visceral que te arrastra a las profundidades del conflicto palestino a través de la mirada improbable de una amistad entre dos hombres en la Beirut de 1982. Dirigida por Amin Bouzaihed, la cinta es un ejercicio de sutileza y una prueba de que la narrativa puede ser mucho más potente que los clichés habituales del género bélico. La película logra, a pesar de su ambientación y contexto, evitar caer en melodramatismos fáciles, ofreciendo una exploración honesta y conmovedora de la condición humana en tiempos de guerra y división.

La dirección de Bouzaihed es notablemente contenida, permitiendo que la historia se desarrolle de manera orgánica. No hay explosiones grandilocuentes ni escenas de acción estilizadas. En cambio, se concentra en los pequeños detalles: la mirada furtiva, el intercambio de miradas, las conversaciones cortas y significativas. Esta estrategia nos obliga a ser parte de la experiencia de los protagonistas, sintiendo su cautela, su incertidumbre y, finalmente, su creciente empatía. La paleta de colores de la película, dominada por tonos tierra y ocres, refleja la atmósfera opresiva de Beirut, un lugar donde la vida se ve constantemente amenazada.

Las actuaciones son el corazón pulsante de “Zaytoun”. El actor que interpreta al piloto israelí, David Alter, ofrece una interpretación impecable. Su personaje, un hombre marcado por la guerra y el trauma, evoluciona a lo largo de la película, transformándose de una figura distante y desconfiada a un individuo vulnerable y capaz de conexión. La interpretación de Sami Boumaza como el niño palestino, Zaytoun, es, sin duda, la más memorable. Con una naturalidad y una intensidad impresionantes, Boumaza consigue transmitir la inocencia, la curiosidad y la soledad de un niño que ha crecido en medio del conflicto. La química entre ambos actores es palpable, creando un vínculo auténtico y conmovedor que da al desenlace de la película una carga emocional considerable.

El guion, adaptado de una novela de Georges Benayoun, es inteligente y evita simplificaciones. La película no juzga ni glorifica ninguno de los bandos, sino que se centra en las consecuencias humanas del conflicto. La ambigüedad es un elemento clave; la película nunca dice explícitamente si el piloto y el niño están del mismo o diferente lado, permitiendo al espectador llegar a sus propias conclusiones. La forma en que se aborda el tema de la identidad, tanto la individual como la colectiva, es particularmente interesante. Zaytoun, un niño palestino sin un hogar definido, y el piloto, un soldado a la espera de regresar a un hogar que no conoce, son dos personajes que representan la precariedad y el desarraigo. La película sugiere que, en situaciones extremas, la humanidad puede prevalecer sobre las barreras políticas y las divisiones ideológicas.

“Zaytoun” es una película que te queda en la memoria mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar. Es un relato humano, poderoso y provocador que nos recuerda que, en medio del caos y la violencia, la esperanza y la amistad pueden florecer en los lugares más inesperados.

Nota: 8.5/10