Zombies Party (2004)

“Zombies Party” no es un debut que aspire a transformar el género de terror cómico. Más bien, es una entrega que abraza, a veces con entusiasmo excesivo, la tradición de comedias de zombies con un núcleo de drama existencial, aunque el resultado final sea un poco desequilibrado y, en última instancia, un poco vacío. La película, dirigida por Chris Clark, se sitúa dentro de la corriente de películas que exploran la crisis de la mediana edad a través de un prisma peculiar: en este caso, la amenaza apocalíptica de los zombies. Sin embargo, la premisa, aunque original en su ejecución, no logra sostener la totalidad de la narrativa.

La dirección de Clark es competente, manejando el tono absurdo y la acción frenética con relativa facilidad. Hay momentos en los que se vislumbra un ingenio visual interesante, especialmente en las secuencias de combate, que equilibran la violencia con el humor. No obstante, la película a menudo se inclina demasiado por el exceso de acción y las situaciones exageradas, perdiendo así la sutileza que podría haber potenciado el mensaje subyacente sobre la búsqueda de sentido en la vida. El uso del color es notablemente efectivo, empleando tonos vibrantes para contrastar con la palidez y el horror de los zombies, creando un ambiente visualmente atractivo, aunque en ocasiones a expensas de la atmósfera general.

El núcleo de la película gira en torno a Shaun, interpretado por Sam Wheat. Wheat ofrece una interpretación honesta y convincente, transmitiendo la frustración y la inmadurez de un hombre atrapado en un ciclo de evasión. Su relación con Liz (Hannah Gordon) es el motor principal de la trama, y aunque el conflicto es comprensible, la resolución, aunque esperable, carece de profundidad y se siente un tanto apresurada. Los secundarios, como Ed (Tom Taylor), aportan momentos de alivio cómico, pero sus personajes son, en general, poco desarrollados y operan principalmente como disparadores de situaciones humorísticas.

El guion, escrito por Clark y David Lawson, es donde la película falla más insistentemente. Si bien la idea de utilizar el apocalipsis zombie como metáfora de la necesidad de asumir responsabilidades es interesante, la ejecución es predecible y carente de originalidad. El diálogo, en ocasiones, se siente forzado y las situaciones, aunque divertidas, no generan un impacto emocional duradero. La película intenta abordar temas de abandono, frustración y la dificultad de conectar con los demás, pero estos elementos se introducen de forma superficial y no se exploran con la profundidad que merecen. El ritmo es errático, alternando escenas de acción frenética con interludios que, aunque cómicos, no logran elevar la historia.

En definitiva, “Zombies Party” es un entretenimiento ligero y sin pretensiones, apto para una noche de cine sin grandes expectativas. No es una obra maestra del género, pero tampoco un desastre absoluto. Ofrece momentos de diversión y, en algunos casos, reflexiones interesantes sobre la vida adulta, aunque su ejecución es poco más que un intento curioso de combinar dos géneros distintos. Es una película que no te dejará una huella imborrable, pero tampoco te hará querer olvidar su existencia con urgencia.

Nota: 6/10